Arte Sacro
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  • miércoles, 8 de mayo de 2024
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Cuando la Pasión es derramada. Javier Ramos Sáez


En el primaveral tiempo donde se mezclan los murmullos del vencejo dormido y los antiguos susurros del agua de la islámica fuente de los deseos, en la imponente colegial del Salvador, allí dormita un Dios vencido, un hombre saciado de cruces y abatido por el pecado humano; allí y sólo allí, encontramos en su mansa imagen el perdón que exhala de sus entreabiertos labios, derramando Pasión como portentosa imagen de la divinidad humanizada.

En su capilla encontramos la soledad del profeta, del hombre lleno de amor, que por Amor se dio; un ser humanizado que a lo largo de los siglos sigue ahí, transfigurado en el cuerpo que todo lo sana, inconcebible prodigio eucarístico que en su argéntea capilla andante rinde culto cada Jueves Santo al Cuerpo de Dios; su imagen sagrada descansa en una casa de plata que con cuatro faroles, acompañan al Señor en su transitar hacia el calvario.

No hay palabras para describirlo, sólo baste poner los cinco sentidos y veremos cuán grande son sus frutos pues siempre va derramando esa Pasión que a todos nos embelesa, paradigma de los contrarios, mirada abstraída, escondida y a la vez portentosa como todo Él, que a través de sus áureas potencias se trasluce y desvanece la línea de separa lo terrenal de lo glorioso. A un palmo del Cielo, allí donde todo se confunde en la más imponente majestad artística, allí Dios está derramando Pasión, sentimiento que retorsiona nuestra mirada hacia la añorada infancia, en una mirada retrospectiva que alcance a vislumbrar nuestra propia esencia confrontada con aquella imagen que entendemos de lo divino; allí el Señor está derramando esa Pasión que a todos nos enloquece.

A estas horas, el Señor espera impacientemente el gentío sevillano de esa Jerusalén donde un día fue recibido, iluminando su espera de diferentes colores cristalinos en su mirada, luz esplendorosa propia de la colegial donde reside.

El límite del Jueves Santo es el principio de la gloria, pues cuando baje de la rampa, el día estará consumado esperando un nuevo mañana, un nuevo año donde el camino sea otra vez andado, una espera esperanzada, ilusionados con poder recibir esa Pasión que todo lo inunda y que surge a borbotones cada noche del Jueves Santo, derramando sus bienes ante todos sus hijos y hermanos, una Pasión infinita que siempre espera ser derramada.

Foto: Francisco Santiago










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