Ricardo Laguillo pregonó a la Divina Pastora de San Antonio
Arte Sacro. El templo de San Antonio vivió en la mañana de este domingo una cita cargada de emoción y memoria. Tras catorce años sin celebrarse, volvió a escucharse en el barrio el Pregón a la Divina Pastora, pronunciado en esta ocasión por Ricardo Laguillo Morejón, quien devolvió a la hermandad una tradición que muchos consideraban irrenunciable.
Un templo lleno y un ambiente de expectación
Minutos antes de comenzar el acto, la iglesia presentaba un lleno notable. Vecinos, hermanos, curiosos y devotos de distintas partes de la ciudad ocuparon cada banco, cada rincón y cada resquicio desde el que pudiera verse el atril. El ambiente, sereno y respetuoso, estaba marcado por el deseo de recuperar una voz que engrandeciera la devoción pastoreña del barrio.
La presentación del pregonero corrió a cargo de su primo, Antonio Arias, Hermano Mayor de la corporación. Fue un texto afectuoso, cercano y emotivo, en el que destacó la vinculación familiar, la sensibilidad del exaltador y su profundo amor por la advocación de la Pastora. Sus palabras sirvieron de prólogo perfecto para un acto que prometía intensidad y reverencia.
Un pregón que fue oración, verso y memoria
Ricardo Laguillo inició su intervención con la Salve, recordando el origen humilde de una oración que, desde siglos atrás, encierra todo lo que el pueblo desea decir a la Divina Pastora. Desde el primer momento quedó claro que no sería un pregón al uso, sino una pieza construida desde el corazón y la experiencia personal.
El pregonero tejió un relato que llevó a los presentes desde la visión de Fray Isidoro hasta la devoción actual, recordando cómo Sevilla fue la primera en enamorarse de esta advocación y cómo la ciudad la ha sabido cantar, piropo a piropo, siglo tras siglo. Hubo referencias constantes a la ternura de María, al cayado que guía a sus hijos y al manto que cobija el desamparo del hombre.
El pregón alternó pasajes poéticos con reflexiones íntimas, siempre envueltas en un profundo respeto. Las alusiones a Cantillana, cuna devocional del pregonero, aportaron un matiz de autenticidad que arrancó sonrisas y asentimientos en la nave del templo. No faltaron tampoco versos dedicados a San Antonio y San Lorenzo, dos barrios donde la Pastora marca el pulso de la fe cotidiana.
Ricardo Laguillo evocó especialmente el mes de mayo, tiempo de gloria para las hermandades pastoreñas. Describió con detalle la salida procesional, el repique del esquilón, el bullicio de los fieles y esa luz primera del día que parece despertar cuando la Virgen cruza el dintel. Fue uno de los momentos más aplaudidos de su intervención.
La Pastora de las Almas, centro de la emoción
El fragmento más íntimo del pregón llegó cuando el exaltador habló de la Pastora de las Almas. Lo hizo con palabras pausadas, casi susurradas, que invitaban al recogimiento. Se refirió a la Virgen como compañera de silencios, bálsamo en los días oscuros y guía en los caminos difíciles. El templo escuchó con absoluto respeto este tramo que muchos comentaron después como el más conmovedor.
Compromiso final y ovación cerrada
El pregón concluyó con una declaración de gratitud y una promesa. El pregonero expresó su deseo de transmitir a su hija la devoción que él mismo recibió de su madre, manteniendo viva la tradición y el amor por la Pastora de las Almas.

La última frase, dicha con voz firme, despertó una ovación que se prolongó varios minutos:
Ya te quiere en San Antonio un hijo de Cantillana.
Así terminó un pregón que no solo devolvió una tradición perdida, sino que dejó en el barrio la certeza de que la Pastora sigue siendo luz, guía y consuelo para quienes la buscan. Un pregón que fue crónica viva de fe, emoción y amor mariano.
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Fotos: Juan Alberto García Acevedo y Familia Laguillo
