Sevilla y sus calles. Javier Ramos Sáez.
Para vivir la Pasión de Cristo en su máximo esplendor es importante tener en cuenta todos los diferentes aspectos de la Semana Santa para que ésta sea completa. Esos aspectos se encuentran en la misma ciudad, donde se vive la realidad de los hechos y en donde dormita la expresión común de sus gentes.
¿Las calles de Sevilla hacen la Semana Santa o sólo las hacen las imágenes? No hablo de un enfrentamiento entre la exteriorización y la devoción personal; me refiero a que las calles ayudan a fomentar la identidad propia de la Semana Santa como una especie de conexión entre la persona y el Vía Crucis del Señor.
Los espacios vacíos, sin fondo ni color, ¿son válidas para que un paso procesional sea lo que es, o sólo un paso es completo pasando por las calles en las que pasa?
¿Sería lo mismo ver al Gran Poder en San Lorenzo, o sólo nos llena la imagen y lo demás sobra?
La Semana Santa sevillana no tendría su especial arraigo sin Pasión por el Salvador, San Gonzalo en el Postigo, San Isidoro en Luchana, Esperanza Macarena en el Arco, Dolores del Cerro en su barrio, Silencio en Alfonso XII, el Cachorro en el Puente, la Esperanza en Triana o Estudiantes en el Rectorado.
La Semana Santa lo hacen las calles, lo hacen las personas y a veces la inclemencia del tiempo desgraciadamente. La Semana Santa es un proceso de exteriorización e introspección.
No son sólo las imágenes procesionales las que hacen la Semana Santa porque si nos cerráramos en ellas no sabríamos valorar el buen sabor añejo que tiene esta ciudad y sus gentes. Sus calles poseen la exclusiva idiosincrasia que ostenta Sevilla, en las que se celebra de forma pasajera el rito de la Semana Santa por esas recoletas y estrechas calles que a veces no tienen sentido debido a la extraña la morfología árabe que dejaron nuestros antepasados en la ciudad.
El centro histórico de nuestra ciudad es a veces caótico y sólo en Semana Santa parece que el Señor y su Bendita Madre le dan esa armonía y sentido a las calles que a veces no tendrían el resto del año.
Es lógico pensar que uno de fuera diría: “son sólo calles y calles”, pero un sevillano diría: “esta calle es por donde pasó San Roque este año”. Cada calle posee una personalidad.
Son diferentes motivos y diferentes visiones de ver Sevilla y su realidad. Hay calles que están personificadas por nuestro querer colectivo a espacios nuestros que siempre han estado con nosotros y con nuestros antepasados.
En Semana Santa se da esa extraña armonía y compañerismo entre la calle y la persona, como si fuera un sutil y delicado tacto, como si la calle fuera nuestra segunda piel. Esa calle en la que el sevillano tiene en mente dos cosas: la espera y el encuentro. Como si de un amigo se tratase, el fiel y seguidor devoto espera y se encuentra con su amigo simbolizado en Jesucristo.
Esa espera eterna se hace fugaz cuando el creyente se encuentra con el Señor en su paso firme e inquebrantable hacia la Catedral.
Esa espera y encuentro ya se dio hace dos mil años por las calles de Jerusalén y hoy en día se recrea esa Jerusalén ficticia por las calles de Sevilla como una identidad y empatía del creyente hacia Dios y como una eterna deuda que Sevilla le rinde a Cristo.
Fotos: J. A. de la Bandera.