Vísperas verídicas / la crónica. El Otro debate. Alvaro Pastor Torres. El Mundo.
La noche del lunes hubo en Sevilla otro debate, tanto o más interesante que el que se libraba en televisión. Y no menos tenso, pues cuando Amalia Sánchez le puso voz al poema del Cachorro de Aquilino Duque, a todos se nos hizo un nudo en la garganta. Y no menos trascendente. Y no menos vibrante, ya que si se conjugan sentimiento, sabiduría, pasión, ganas, y todo se hace por amor al arte, pues tiene que salir bien. Y encima fue seguro más verdadero, Pasional y hasta sincero.
La hermandad del Museo y la Asociación de Vecinos de ese barrio y su entorno organizan cada año un “proemio cofradiero” que poco o nada tiene que envidiar a los que se celebraban a principios de los años cuarenta, y que dieron lugar al nacimiento del pregón de la Semana Santa de Sevilla, que andando el tiempo -y degenerando como el banderillero de Belmonte que llegó a gobernador civil- acabaron dando casi siempre los años pares los médicos, los impares los abogados, y de vez en cuando un cura, o por equivocación, como esta vez, un escritor, que dicho sea de paso sabe de esto casi tanto como “el que lo inventó” y conoce perfectamente qué teclas hay que tocar en este piano cada vez más desafinado de las cosas de la Semana Santa.
La fórmula del proemio, ya digo, no es nueva. Mi hermano en la Soledad de Nuestra Señora Joaquín Romero Murube la usó para promocionar la ciudad y su fiesta mayor, por ejemplo en el Madrid de la posguerra, con imágenes y música. Y también en Lisboa, en el círculo “Eça de Queiroz”. Francisco Robles acertó haciendo fácil lo que parece difícil. Una receta con textos escogidos de Peyré, Núñez de Herrera, Rodríguez-Buzón o Garmendia, música de Font Fernández, Farfán, Cebrián o Pedro Morales, la voz y el sentimiento de Amalia –la hija del recordado José Luis Ortiz de Lanzagorta-, los acordes de la Sinfónica Municipal al mando de Francisco Javier Gutiérrez, y hasta una saeta de José Antonio Rodríguez Sabín. Y Robles adobándolo todo. Con estos ingredientes el resultado necesariamente tiene que ser exquisito.
Y eso que la cosa no empezó muy cofradieramente hablando que digamos, pues arrancó con la banda sonora de la película “La Misión”; Ennio Morricone en estado puro para terminar de asentar al personal en sus butacas del teatro que muchos aún siguen llamando Álvarez Quintero, a pesar que desde hace algún tiempo se denomina oficialmente Joaquín Turina, ilustre –y por ende maltratado- hijo de Sevilla nacido no muy lejos de allí, justo detrás de la Anunciación, y cuya calle en el nomenclátor hispalense está más cerca de Dos Hermanas que de la Venera. ¡Cosas de Sevilla! La banda sonó de cine, todo hay que decirlo.
Gutiérrez Juan ha conseguido en “la Municipal” el milagro de los panes y los peces. Aglutinar a los autóctonos de las tierras “de pan y sembrar” como decían antes, con la “herencia histórica” del mundo marinero y mediterráneo. Y eso se nota, hay buen ambiente, hasta se permitieron una broma aprovechando un breve periodo de “atril vacante” donde cada uno hizo lo que le dio la gana; o tempora, o mores! Incluso imitaron con un racheo de pies la levantá del paso del Gran Poder mientras José Antonio Rodríguez desgranaba una saeta a mitad de la marcha “Jesús Preso” de Cebrián. Claro que se notó que eran costaleros de mentirijilla porque faltó el resoplido que dan los de verdad cuando, tras el vuelo inicial de la mole, caen de golpe los kilos.
Hecho el despeje, Amalia leyó un texto de su padre sobre Sevilla, la mejor y más completa definición que se ha dado de la ciudad con menos frases; Chaves Nogales necesitó un libro entero. Lo demás vino rodado y eso que se empezó por el final: por el final del libro de Joseph Peyré “La Pasión según Sevilla” con ese escalofriante “lo sé por haberlo sufrido yo mismo” referido al vacío que queda cuando acaba todo, y el final de la Semana Santa, con los acordes de la marcha “La Soledad”, posiblemente la más completa de las orquestadas en las dos últimas décadas, salida del ingenio fecundo de don Pedro Morales, acrisolado compositor, decano de músicos profesionales en un mundo donde cualquier “silbador” (la patente del término es de Esteban Romera) se cree Mozart.
Tras la parte seria -que no triste como muchas cofradías de ruán- se relajó el acto con la aparición del recordado José Antonio Garmendia y la anécdota de “El Brillantina”, acólito de los antiguos, mollatoso portador de la manguilla parroquial que saludó al cardenal Bueno Monreal con la mano y no con la pesada cruz.
Y todo terminó como empieza para algunos el Domingo de Ramos: ¡música maestro, adelante con “La Estrella Sublime”!
SEVILLA Y SU SEMANA SANTA. PROEMIO COFRADIEROMúsica: Banda Sinfónica Municipal de Sevilla. Rozando la perfección: ****
Locución: Amalia Sánchez, o mejor decir “La voz de Sevilla”: ****
Mantenedor: Francisco Robles en estado puro, comenzó profundo “toreando” al natural y acabó adornándose con trincherillas: ****
Entrada: Lleno.
Lugar y fecha: sala Joaquín Turina de la Fundación Cajasol. Lunes, 25 de febrero
Foto: Francisco Santiago