Arte Sacro
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Puerta Osario. Célibes. Álvaro Pastor Torres.


 La campiña sevillana fue, hasta épocas no muy lejanas, refugio de curas bastante descuidados de bragueta. La calle Abades –“donde todos han tíos/ pero ninguno padre” como aseveraba la famosa letrilla satírica - igual podía estar junto a la Giralda que bajo cualquier torre barroca astigitana. En la puerta del casino pueblerino -hermano menor del provinciano cantado por Machado, don Antonio-, entre veladores de mármol con café sobre la prensa del día y sillones de mimbre, el notario (de inteligencia preclara

pero con el punto de desequilibrio que provocan sus oposiciones), el juez de paz (maestro de vara, tabla de multiplicar y monotonía de lluvia tras los cristales mientras los colegiales estudian), el terrateniente (hombre con estudios universitarios varias veces comenzados y nunca terminados), y el cura del pueblo (de sotana con lamparones y tonsura descuidada), veían pasar lentamente la vida ante sus ojos.

Por la acera de enfrente cruzó rápida una moza de buen ver; el sacerdote no se contuvo, pues para eso había confianza, forjada en lustros de tertulias y confidencias: el día que el Papa deje que nos casemos voy a pillar a una criada con dos buenas domingas y voy a ser el hombre más feliz de la tierra. Eran los días esperanzados del Concilio Vaticano II.

Pero el tiempo pasó y el celibato se mantuvo a pesar del aggiornamento. El buen hombre acabó sus días en una parroquia del extrarradio capitalino ahogando sus penas en el alcohol. Otros compañeros recurrieron a la tradición secular de la barragana o bien colgaron los hábitos. En la lápida del doctor Barnés y Tomás, que yace desde 1892 en el cementerio civil de Sevilla, se cuenta una historia parecida: fue sacerdote católico mientras creyó en el dogma, después juzgó fantástico el orden sobrenatural, prosiguió a la naturaleza y contrajo matrimonio con digna mujer.

Aunque no hay cifras oficiales, se calcula que en España viven varios miles de sacerdotes secularizados. El caso del Padre Eugenio, popularizado por la serie de televisión “Cuéntame”, fue el pan nuestro de cada día en los setenta. Cuarenta años después la Iglesia Católica no ha movido ficha, a pesar de que cada vez más voces plantean el debate.

Parece, y así se ha publicado no hace mucho, que el cardenal Bueno Monreal, horas antes de sufrir una trombosis cerebral, trató acaloradamente con Juan Pablo II sobre el particular. Y es que cuando la naturaleza dice aquí estoy yo ni el Papa de Roma puede con ella.

Publicado en El Mundo de Andalucía, Edición Sevilla Sábado, 25-IV-2009

Foto: Francisco Santiago.










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