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Opinión. Por qué merece la pena. El Diputado de Cruces


Hace ya algún tiempo que este diputado no se bajaba su antifaz para aparecer en esta página por diferentes problemas que me han mantenido algo desmotivado. Pero está claro que Dios escribe derecho con renglones muy torcidos. Verán, tengo un buen amigo, cofrade de los de verdad, que sí que lo está pasando mal. Cada año quedamos un día de Semana Santa para ver las cofradías con las familias y en este elegimos el Martes Santo, así que ya se pueden imaginar que tuvimos mucho tiempo para hablar. Y me contó su historia….

Como les decía, él sí que lo está pasando verdaderamente mal. Siempre está deseando que llegue la Semana Santa, pero este año especialmente, algo así como una necesidad espiritual. Por cierto, para él, como para aquel pregonero sacerdote, la Semana Santa de Sevilla dura nueve días, gracias a Dios. Por ello, el Viernes de Dolores, se le vino el alma a los pies.

En estas estaba, cuando a través de las redes sociales se enteró que Bellavista salía. Según me dijo, no tenía muchas ganas de irse a la calle, pero su mujer, conocedora de su estado de ánimo, le insistió en que lo hiciera. Así que, por no meter la pata (todo según él me lo contó), cogió el coche y se fue para allá. Conforme conducía, iba preparando el itinerario: entraría por la avenida de Jerez, intentaría aparcar por allí y cogería la cruz de guía en los alrededores de la otra parroquia, la que está cerrada. De buenas a primeras, distraído con estos pensamientos, se encuentra entrando por el otro lado del barrio, por la calle Enamorados y al cruzar la calle Guadalajara, a su izquierda ve el paso de palio, unos metros más allá. Bueno, piensa, a ver si puedo dejar el coche por aquí y adelanto la cofradía. En la esquina, uno que se iba. Aquí lo dejo. Al llegar junto al paso y cruzar su mirada con Ella, la Virgen del Dulce Nombre, empiezan a caer una gotas. Me voy para ver al Cristo. Pero las piernas no le responden.

La hermandad decide volver a su iglesia. Cortejo encabezado por la presidencia del palio y luego el paso. Y allí, al lado del mismo, mirándola a Ella, como cogido de Su mano, hace todo el camino de regreso, hasta la misma puerta del templo. Cuando termina de sonar la marcha real, se va a buscar al Cristo. Se lo encuentra en la esquina donde dejó el coche. Le están quitando el plástico al Señor. Sus miradas también se cruzan. Y también lo acompaña hasta la iglesia.

Mi amigo me insiste en que la Virgen del Dulce Nombre y el Señor de la Salud y Remedios salieron aquella noche para encontrarse con él, para darle un mensaje de esperanza y confianza. Desde entonces, me cuenta, ve la vida con más optimismo, se encuentra mejor de ánimos.

Yo no sé el por qué de lo que pasó. Tampoco es muy importante. Eso queda para el interior de cada uno. Sólo sé sus consecuencias: la hermandad de Bellavista, en su salida, provocó un intenso pellizco en el alma de mi amigo, que le ha hecho reaccionar. Y de paso, a través de él, en mí. Y seguro que en muchos más, en cada rincón del barrio. No, la hermandad de Bellavista no se equivocó al salir. Ni Pinomontano, ni la Redención, ni San Gonzalo, ni Vera-Cruz, ni ninguna.

En historias como esta radica la importancia y la grandeza de nuestra Semana Santa. Y merece la pena trabajar por ella. Por eso hoy me vuelvo a bajar el antifaz.

diputadocruces@yahoo.es

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