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A través del antifaz. Al Amparo del Cerro. Alberto De Faria Serrano


 Nunca se nos colmará la paciencia de las injusticias y las desgracias con que uno se topa a diario ya sea en la prensa, en el barrio, o hasta en sus propio circulo allegado. Una sensación de desbordamiento inunda el espíritu individual y colectivo. Hoy es mas justo como necesario, reformular nuestro compromiso existencial. Nos dejamos llevar por las prisas y el marasmo de cada día sin saber que a la vuelta de la esquina un ratito de quietud y sosiego, constituyen una fuente inagotable de paz espiritual.

Así, ante realidades como la muerte, la vejez, el desamparo, la ausencia de esperanza, la falta de sentido o de valores, la búsqueda de la felicidad la crisis económica que nos masacra desde hace ya tanto, etc; la oración o el contacto cercano con Dios, se nos ofrece como esa sabiduría reconstituyente del espíritu. Como ese oasis que sacia la sed. Como ese horno de pueblo en mitad de un viaje que nos alimenta del pan que precisa el alma. Hablar en silencio con Dios a través de nuestras imágenes, puede dar pie a la observación y reflexión sobre todo lo malo que nos rodea Puede dar respuestas que consuelen el animo abatido en ese tiempo de soledad en el que se siente languidecer su propia vida.

Heidegger afirmaba que el hombre es el único ser que muere. Lo decía en el sentido de que es el único que es consciente de su propia muerte, conciencia que le lleva a la revelación de la finitud y la precariedad de su existencia. Y ademas sabe que puede morir desamparado y abandonado. En el Cerro del Águila conocen a la perfección todos estos sentimientos. Allí brilla con luz propia un proyecto común y un sentimiento fraterno de inmensas posibilidades al calor de este Cristo que jamas esta Desamparado y mucho menos Abandonado. Ni siquiera lo estaba cuando hace mas de medio siglo se postraba en el olvido de un altar de la Parroquia de San Gil. Sólo esperaba el momento en el que sus hijos del Cerro se encontraran sosegadamente y en esa quietud necesaria, para señalarles donde quería Ampararse.

Hoy le testimonian un año mas con el mas cariñoso acto humano, como cuando lo renuevan públicamente por la calles de la feligresía. Todos le señalará, a diferencia de los atribulados centuriones en cuatro martes, con sus labios en sus lacerados pies o en sus amoratadas manos, con el susurro de sus oraciones y con el ofrecimiento de centenares de promesas y peticiones personales. Su Humildad quedará patente. Sus Dolores reconfortados. En la misma calle es posible sentirse menos Desamparado y Abandonado a su suerte. Y cuando llegue la postrera estación de su óbito, le anticiparemos a la Roma que sostiene la lanza y nos oprime, que verdaderamente era y es el Hijo de Dios.

A veinticinco anhelantes tardes para que nos deslumbren las bodas de plata en la Catedral de los hijos amparados del Cerro.

Foto: Juan Alberto García Acevedo.










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