Rosario de toda una vida. María del Amor Rasero Zárraga

Creo en ti, en tu Hijo de sonrosadas mejillas y brazos alentadores de paz y amor. Por eso, beso su cruz y me encomiendo en cada oración, con la fe y la esperanza de que, el día que llegue mi hora, ésta sea plácida y perpetua junto a ti. Cada misterio es un paso más hacia la eternidad, pero también hacia el final; pero, Madre, cuando llegue, sé que estarás junto a mí ¡Y ante eso no hay mayor gozo ni recompensa!

Tú eres, Madre, la mano que sostiene. Esa mano que alienta, esa mano que aprieta, esa…esa que da calor y se santigua sin fuerzas. Eres la mano que busca y encuentra, que encuentra y recoge, que recoge y acaricia las cuentas. Mis cuentas, las suyas, las de todos nosotros: las cuentas del Rosario de toda una vida.

Dios te Salve María, que llenas de gracia al enfermo que te implora, porque el Señor está contigo. Das de beber al sediento que te busca y que, cuando va rozando la Gloria, sonríe, porque estás a su lado agarrando con firmeza su rosario, sosteniendo con ímpetu su vida. Bendita tú eres ¡Oh Reina del Santo Rosario! entre todas las mujeres, entre ellas yo misma, que con el pecho abierto y el corazón en la mano, te ama sobre todas las cosas.

Ruega por nosotros, por los que ya no están. Que tu luz, eterna ráfaga del cielo, alumbre nuestro camino aun cuando haya tinieblas. Que esa, tu hermosa sonrisa, me acaricie el alma, y tu mirada me acune hasta que mis ojos se sumerjan en la vida eterna.

¡Santa María, Madre de Dios! Hasta la última cuenta, nunca sueltes mi mano. Como lo hiciste con ella, que se llevó mi rosario, para dejarme el suyo ¡el Rosario de toda una vida!

A la Virgen del Santo Rosario.

A mi abuela.

María del Amor Rasero Zárraga

Foto: Fco. Javier Montiel.