Tiempo de San Julián. Maria del Amor Rasero Zárraga

Abre su entraña, la noche, sedienta de tus llagas. Brotan suspiros, el silencio se rompe con el rachear de los pasos. Trajes oscuros, cirios encendidos. Alumbran tu cuerpo cuatro tenues ciriales, que lloran tu Buena Muerte.

Miradas encendidas…

…de ilusión, de recuerdos.

Miradas que se cruzan,

miradas que son eternas.

La muerte más dulce reflejada en tu rostro. A tus pies, un monte de lirios, presume de perfumarte; Mientras tanto, los naranjos de Santa Paula, se sienten dichosos de acariciar tu corona de espinas ¡Quién fuera flor, Padre!

Quién fuera incienso que envolviera tu cuerpo y, en un descuido, besara tu frente y tus heridas. Quién fuera oración, que con el viento tocara tus labios de savia bruta, de esa sangre derramada en tu cruz. Quién fuera crespón, que rozara tu espalda, para acunarte, y, decirle a la luna ¡Mira, cómo abrazo al Señor!

Divina ilusión, que en mi ensoñación despiertas. En un leve pestañeo, te veo parado ante mí. Recorro tu cuerpo y, mis ojos, se sienten gozosos. Ni os digo lo que el corazón dolía, porque se quedó parado. Ojalá el tiempo también lo hubiera hecho…ojalá lo hubiera hecho.

Te seguimos, te alabamos, te amamos ¡Oh Señor Nuestro! Por las sendas de la vida, desde que nacemos hasta que morimos: Somos tu savia nueva, nacidos de tu Buena Muerte. Te llevamos en la sangre, en esta sangre azul que nos llena de orgullo.

Abre su entraña, San Julián, sedienta de ti. Que corra el reloj, que no pare el tiempo.

Al Santísimo Cristo de la Buena Muerte.

María del Amor Rasero Zárraga