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Cristo de la Humildad: De Sevilla a Puente Genil. Luis Librero


El Señor de La Humildad y Paciencia es una obra atribuible al círculo de Pedro Roldán, realizada entre finales del s. XVII y principios del s. XVIII. Fue bendecido el 26 de Noviembre de 1705 en el Convento de las Carmelitas Descalzas de Sevilla. Al año siguiente, en Noviembre de 1706, Sor Gregoria Francisca de Santa Teresa, es enviada a Puente Genil (Córdoba) para dirigir el Convento de la Orden de Religiosas Descalzas de Nuestra Señora del Carmen. Según cuenta el biógrafo de Sor Gregoria, Torres Villarroel, al despedirse la religiosa del Cristo cuando es trasladada, ésta escuchó “llévame”, lo que dio lugar a que Sor Gregoria se llevara consigo la imagen. En el Convento de Nuestra Señora del Carmen, el Cristo de La Humildad estuvo hasta 1720. A partir de ese año fue trasladado a la Ermita de la Caridad donde permaneció hasta 1890. Finalmente se trasladó a la Iglesia de La Asunción de Puente Genil donde actualmente se venera.

La Hermandad de Nuestro Padre Jesús de la Humildad y Paciencia se funda en el s. XVII. Ostenta el título de Pontificia, concedido por el Papa Pío XII en 1952. Es una de las Hermandades con más solera de Puente Genil. Procesiona la tarde del Miércoles Santo sobre un paso barroco, dorado y policromado obra de 1959 del escultor cordobés Rafael Valverde, va iluminado por cuatro faroles plateados y es llevado a hombros.

Al cumplirse 300 años de la llegada de “El Humilde” a Puente Genil, la cofradía realizará una salida extraordinaria con la imagen desde la parroquia de Santiago de Miragenil (Puente Genil) hasta su sede canónica, el día 25 de Noviembre de 2006.

El Cristo de la Humildad
 
Después de condenado en burdo juicio,
coronada tu frente por espinas,
sobre tu misma mano la reclinas
en el breve descanso del suplicio.
 
¿Qué se esconde, Señor, bajo tu frente?
¿Qué piensas mi Señor en ese instante?
¿Es acaso, Jesús, que no es bastante
hacerte condenar, siendo inocente?
 
Sólo a tus jueces la condena infama
por el torpe baldón de su sentencia,
y todo el orbe con ardor se inflama
 
al noble resplandor de tu inocencia.
Y para siempre con amor te aclama,
Señor de la Humildad y la Paciencia.

  Federico Acosta

 

 










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