Arte Sacro
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Cuando el perdón nació de Ti, Gran Poder. Moisés Ruz.


 “Perdónales porque no saben lo que hacen”. Es la elocución tal vez más significativa que Jesucristo dejase en vida para el laberinto de esta nuestra sociedad. Es este el perdón de los perdones. Y probablemente eso debió dictar cuando notó el golpeo infranqueable de aquel hombre que nunca supo ante quién se postraba. Longinus se destapó ante el Señor sólo y cuando se obró lo que estaba en los escritos.

Válgame esta paradoja para equiparar lo que no ha cambiado en 2000 años. Parece mentira que hace ya dos milenios el Hijo de Dios era ajusticiado sin razón alguna por y para el perdón de los hombres y pasa el tiempo en la vida del ser humano sin pena ni gloria alguna. Como si en Jerusalén aún soplara el mismo viento. Tanto es así que me duele reconocer que ante la llamada atónita para ser informado de lo acontecido nunca llegué a sorprenderme. Sufrí y mucho, primero como cristiano, luego como sevillano, pero nunca me llegó a sorprender como periodista…, la razón: esta sociedad caduca que nunca deja de atentar con actos ilógicos y fuera de lugar. Si somos capaces de castigarnos entre nosotros, ¿Hasta dónde no podemos llegar?

Una sociedad corrompida ante la violencia y la mentira, ante la falsedad y las medallitas en las solapas. Una sociedad que vive del rencor para ocupar los más alto del podio. Una sociedad que no merece el perdón del que nos enseñó a perdonar bajo la historia del amor. Pero Él vuelve a dar testimonio de fe en la tierra con su poder, como así hace cada día en todos los puntos cardinales de este a veces inmerecido mundo. Y de nuevo en San Lorenzo, donde habita Dios, volvió a repetirse.

No hay brazo que no pueda ser sanado, ahora, no hay dolor que pueda ser curado. Dolido y roto el Señor de Sevilla se retiraba de su Altar. Nuevamente uno de sus hijos volvía a azotarle, a coronarle con espinas y a clavarle los clavos de su propia muerta. Y más aún cuando gritaba en vano ser el hijo de Dios. Pero he aquí la lección que el Gran Poder ha vuelto a dejar en vida. Este señor será juzgado por las autoridades, cumplirá castigo por lo acontecido y si tras todo ello se digna a pisar de nuevo el templo sagrado de Dios, allí estará Él…, esperándole con el corazón abierto, con su brazo inmortal tendido ante su hijo. Porque cuando sólo y cuando el perdón sea concedido allí entonces estará Dios. Y Él sí le perdonará.

Momentos de reflexión para la cristiandad. Todo debe forjarse primeramente por nuestra propia casa. Una vez así sea entonces deberemos promulgar el mensaje del Señor a todo ser que nos rodee. El mensaje del perdón y amor al prójimo.

Y volverá a casa, a su Altar, y miles y miles de fieles volverán a su Basílica para rezarle, pero de nada servirá si de nuevo buscamos su mirada y no encontramos aquella frase que mejor resume nuestra fe: “Hágase en mi, según tu palabra”. Sólo cuando esto suceda, cuando nosotros los cristianos tomemos el verdadero testigo de Dios fuera de todo rencor y abogando por el amor, dejarán de suceder hechos tan lamentables como los acontecidos. Y sí, Dios estuvo allí. Dicen las autoridades eclesiásticas que el Altísimo se representa en nosotros mismos. Así fue. Jesús del Gran Poder tomó la voz de aquel hombre para gritar a toda Sevilla que Él es el verdadero Hijo de Dios.

Foto: Francisco Santiago.










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