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El Santico de Fray Juan en Sevilla: Evocación de la muerte de San Juan de la Cruz esta noche en la Iglesia del Santo Ángel, a las 20:30 horas. P. Juan Dobado. Prior del Santo Ángel


 Es de sobra conocida la presencia de Santa Teresa en la ciudad de Sevilla, sus desvelos por dejar fundado el convento de carmelitas descalzas, pero menos se habla de la presencia del otro gran protagonista del Carmelo, San Juan de la Cruz , que también anduvo por sus calles y plazas en varias ocasiones.

El río Guadalquivir lo conoce fray Juan de la Cruz bastante bien por sus idas y venidas a Córdoba y Jaén, pero en Sevilla se hace más amplio y bullicioso, así lo ve fray Juan desde la ventanuca del convento de los Remedios, en Triana, un río repleto de embarcaciones, de aventuras y de sueños puestos en las Indias. Los Remedios era un convento fundado en 1574 en la orilla del río, en una ermita que el arzobispo D. Cristóbal de Rojas y Sandoval da al padre Jerónimo Gracián, el mismo arzobispo que en la fundación del convento de San José, “las Teresas”, se arrodilló ante Santa Teresa de Jesús y le pidió su bendición. Los religiosos atendían a todos los que se acercaban hasta sus muros y pedían la bendición y la protección de la Virgen antes de partir. Resulta curioso, hoy se han cambiado las embarcaciones por los carruajes que ocupan las naves de la antigua iglesia carmelitana, de un medio de transporte a otro.

Cuando San Juan de la Cruz viene a Sevilla en la década de los ochenta del siglo XVI, la ciudad es la gran urbe española, con más de ciento treinta mil almas. El santo viene en calidad de visitador, tarea que no es fácil, para ver si la comunidad de religiosos vive conforme al ideal carmelitano que la Madre Teresa había concebido para sus frailes. Llama la atención pero a su estilo, con el ejemplo, el silencio y el buen obrar, y a algunos no les gusta que les remuevan de sus posiciones y de sus seguridades.

Cuando va de Triana al centro atraviesa el puente de barcas y se sumerge en la belleza monumental y de luz de la ciudad hasta adentrarse en el barrio de Santa Cruz. Es el año 1586 y acaba de averiguar unas casas para que las carmelitas descalzas se trasladen desde la calle Pajería (actual Zaragoza) hasta el corazón de Santa Cruz, donde siguen hasta hoy. Fray Juan sabe de éxtasis y de poesía, y también de economía, está feliz por la compra de las casas y así lo dice en una carta: “Ya estoy en Sevilla en la traslación de nuestras monjas, que han comprado unas casas principalísimas que, aunque costaron casi catorce mil ducados, valen más de veinte mil. Ya están en ellas, y el día de San Bernabé (11 de junio) pone el Cardenal el Santísimo Sacramento con mucha solemnidad. Conociendo cómo vive Sevilla sus fiestas, el traslado fue seguro de lo más sonado.

Pero no viene a Sevilla sólo a trasladar a las monjas, anda buscando cómo hacer una nueva fundación de frailes en la otra orilla del río, en el centro, para que los religiosos puedan estudiar, así lo dice: “Y entiendo dejar aquí otro convento de frailes antes que me vaya, y habrá dos en Sevilla de frailes. No fue tan rápido como el santo quiso y el nuevo Convento del Santo Ángel se abriría en 1587, colocándose el Santísimo en enero de 1588, bajo la advocación de Convento de Nuestra Señora de la Misericordia del Carmen y Santo Ángel de la Guarda. El santo hizo todas las gestiones para la fundación antes de terminar como Vicario en abril de 1587, por eso el Convento del Santo Ángel puede considerarse una fundación sanjuanista.

Desde esa fecha y, salvo el periodo de la desamortización, los carmelitas descalzos siguen en el Santo Ángel. En las fiestas de beatificación y canonización de San Juan de la Cruz las dos comunidades de Los Remedios y del Santo Ángel prepararon todo con celo exquisito, del mismo modo, encargaron dos magníficas tallas a los mejores escultores de la ciudad: Pedro Roldán y Ruiz Gijón, el primero para el Santo Ángel, el segundo para Los Remedios. La primera sigue todavía en su lugar, aunque algo cambiada, ya que era de vestir hasta que Abascal le hizo el cuerpo de talla en 1967. La segunda, como ha descubierto Roda Peña, la ha adquirido recientemente la Nacional Gallery de Washington, como si en uno de los galeones hubiera salido desde la orilla junto a Los Remedios y llegase al nuevo mundo.

Y hoy también se le quiere honrar en su Iglesia del Santo Ángel, con la obra “A cantar maitines al cielo”, una evocación de su muerte en Úbeda con sus mejores poesías cantadas por la Capilla musical Agustín Redondo, homenaje al cantor de la hermosura de dios y cumbre de la poesía en lengua castellana.                    










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