Arte Sacro
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A Fernando Carrasco


Irene Gallardo. “Apañero Carrerillas”, he leído y escuchado a muchísimos colegas de profesión, durante estos días, dibujar semblanzas y glosar tu figura como periodista, compañero, escritor, cofrade, aficionado a los toros y amigo de todos, y no solo de los que sentías como buenos amigos.

Se ha dicho sobre ti, prácticamente todo lo que se puede decir acerca de una persona como tú, es decir, de alguien siempre próximo a los demás, que transmitía eternas ganas de vivir la vida a grandes sorbos y que cada mañana nos saludaba con hechuras de capataz en el twitter:

” ¡Vamos a echarle casta y corazón de verdad, miarma!

¡Tooos poriguá! ¡A ésta es! ¡Venga de frente, valientes!”

Aseguro, que el salterio de piropos que sobre ti se ha dicho es absolutamente justo y merecido, y aunque para algunos pueda parecer un lugar común, hablar bien de los que no están en presencia pero si en esencia, en el caso de Fernando Carrasco, es rotundamente cierto y más que merecido.

Le conocí cuando trabajábamos juntos en Radio Meridional, aquel invento romántico de un grande de la Radio, Manolo Bará, a quien la ciudad prácticamente ha olvidado, como suele hacer esta Sevilla de nuestras culpas, con los más grandes. Los que trabajábamos a sus órdenes le llamábamos “el jefe” y “el jefe” fue quien bautizó a Fernando con el sobrenombre de “el Carrerillas”, que imagino ya habrán adivinado de donde venía aquel apelativo….de sus ganas por hacer más de una cosa a la vez, de su espontaneidad y de sus ganas de vivir siempre todo con enorme intensidad.

No había una sola vez que al hablar con Fernando no le llamase “Carrerillas”, de alguna manera, era como tener siempre presente aquel tiempo de incipiente juventud en el que fuimos compañeros.

La noticia me cogió en Córdoba, justo en un lugar que es homenaje al siempre recordado Manolete, grande entre los grandes. Desde el mismo instante en que tuve conciencia de lo sucedido, no dejaron de acudir a mi mente todos los momentos en los que coincidimos, entre el trabajo y la pasión por nuestras cofradías.

Te has marchado tan pronto, tan de improviso, tan inesperadamente, que nos has dejado el tiempo y la Cuaresma rotos, inundados del sentimiento amargo que da la ausencia de un buen amigo y compañero, consternados por esta tremenda lección de levedad del ser, huérfanos de tu optimismo y alegría perpetuos.

Aun no nos hemos hecho a tu ausencia, Fernando, y creo que pasará tiempo para asimilarla…no te tocaba irte a lo Eterno aún, es demasiado temprano para esa Resurrección…debió el Altísimo necesitar con premura un periodista entregado y buena gente para las alturas, y por eso tomó de sus manos al mejor.

Me cuesta un esfuerzo tremendo escribirte esto que dejo para tu recuerdo.

Entre las lágrimas, en la memoria aparecen unos ojos intensamente azules, tras el negro riguroso de un antifaz, envuelto en el morado de una capa con vuelos de capote, camino de la calle Ancha.

Descansa en la Paz del Señor, compañero y amigo, nunca mejor dicho.

Siempre vivirás en tus libros, en tus artículos, en tus hijos y en tu esposa, en tus compañeros y en la eternidad de los cielos, color de tus ojos, que tiene San Bernardo.

 

Siempre en nuestra memoria, “Carrerillas”

¡Va por ti, Fernando!










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