Arte Sacro
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La obra de Juan Antonio Aguilar para el boletín del Museo


Arte Sacro. Constatada la evidente recepción de experiencias artísticas entre Juan Antonio Aguilar y las obras del Barroco que más admira, fiel a su estilo, vuelve a ofrecernos una obra realista fruto de la búsqueda incesante de la belleza, en la que el mensaje principal es directo, limpio de elementos que puedan distorsionarlo, convirtiéndose éste en uno de los asuntos pictóricos que más ha contribuido en la creación de su estilo. Por ello no puede pasarse por alto la posibilidad de que la orientación artística de Juan Antonio hacia el naturalismo, es motivada por el conocimiento y estudio del arte que su vocación como conservador y restaurador le ha permitido.

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En la obra aparece la Santísima Virgen de las Aguas de perfil, en un primer plano, ataviada con el tocado de tul y diadema dorada sobre un fondo de tinta plana oscuro que acentúa el contraste entre los dos planos, potenciando la luz y realzando el rostro de la bellísima imagen. Sobre éste, en el ángulo superior derecho, la palabra MUSEO. Esta diferenciación de planos corresponde a los criterios de protagonismo de los mismos que forman la composición, recursos muy presentes en las obras pictóricas del Barroco.

Se representa en un formato de 42 centímetros de alto por 29,7 centímetros de ancho, y está organizada en una estructura formal con línea imaginaria vertical o eje central que la divide en dos partes. La técnica utilizada se ajusta igualmente a las características más comunes e identitarias en la obra de Juan Antonio Aguilar, tratándose de una pintura realizada al óleo en soporte de papel de algodón previamente preparado.

La factura pictórica con la diferencia de trazado en la pincelada, aunque siempre limpia, contrasta notablemente los diferentes planos de la pintura. La imagen de la Virgen de las Aguas, se trata de una representación realista, fiel a los rasgos estéticos y estilísticos de la imagen, que combina pinceladas finas y de recorrido corto, muy detallistas y de tonalidades más intensas y saturadas en el rostro, con pinceladas más sueltas e idealizadas, con tonalidades de menor contraste en el tocado y en la diadema, siendo igualmente figurativos.

Juan Antonio Aguilar ha querido transmitir una vez más con su obra el cariño que profesa hacia esta corporación y hacia los sagrados titulares, forjado durante su etapa en el Museo de Bellas Artes como conservador.









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