La venida del Hijo de Dios. Javier Ramos Sáez
Ya está aquí la Navidad. Navidad significa natividad y es la celebración del nacimiento del Hijo de Dios. El Señor es encarnado en Jesús, un niño, que nacería en la miseria para humanizarse y humillarse, en lo que a posteriori sería la muerte de cruz.
Jesús nació y murió como nadie pudo nacer o morir peor que Él y hablamos de Dios mismo, que se rebajó para ser mortal y para sufrir en su vida pasando el calvario de la persecución, traición, herejía, tentación y olvido. Jesús se humanizó y vivió las peores experiencias que más que a Él le estaban asignadas por Dios.
Su nacimiento es la partida de la felicidad y el sufrimiento que Jesús cultivo de este mundo. Dios bajó de su altar celestial y se arrodilló ante nosotros en un gesto de infinita humildad y modestia.
Nosotros sin embargo, que somos imperfectos, mortales y, en general, malos con el prójimo, no tenemos constancia de que Él fue más sencillo que nosotros y es todo un ejemplo de modelo. Jesús fue un modelo universal de persona a lo largo de la historia aunque hoy en día más de uno quiera negarlo y olvidarlo. Jesús se postró de rodillas ante la humanidad. Lavó los pies a las personas como gesto de amistad y aceptación del prójimo, visitaba a las prostitutas para profesar su amistad, bajó a lo más hondo de la persona y dio todo su ser al otro.
La Navidad es el comienzo de ese camino y nosotros tenemos que empezar a andar su camino y llevar su cruz hasta nuestros últimos días. No es cuestión de mercantilizar estas fiestas sino de profundizar en ellas y de sacar su verdadero significado por honor a la verdad.
Pilatos preguntó a Jesús: ¿Qué es verdad? Pues la verdad es Jesús mismo y su modelo de vida. La verdad se encierra en los gestos de Dios en el mundo. La verdad de la Navidad está en seguir a Dios y no alejarse por las falsas modas mercantilistas. El Corte Inglés no inventó la Navidad , fue Dios nada más y nada menos que puso a su Hijo en Belén.
La Navidad no es un tiempo de actuar bien con el prójimo y con el más necesitado, no es fruto de un día. Es constancia durante todo el año. Es recordar que el Mesías ha nacido y seguir su modelo de vida. Si tres reyes se arrodillaron ante él en un fétido establo, ¿por qué nosotros le olvidamos?
Navidad –natividad del Señor- es una fiesta de paz como dijera Juan XXIII. Es paz en el mundo por la venida de Dios, pero la paz se culmina en nuestras acciones. Nosotros tenemos la potestad de que en estas fiestas gobierne la paz en nuestros corazones.
Abramos el corazón a Dios no sólo en estas fechas sino en toda nuestra vida.