Arte Sacro
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¡Que poquito queda! La memoria tejida. Alberto de Faria Serrano


 Cae un hoja mas del almanaque como se precipita una hoja de los Plátanos de Indias de San Lorenzo, plomiza, indeleble, pero dibujando en su trayectoria la serpiente que rodea la divina sien del Morador de su esquina. El alma de niño grande correteó de nuevo por la rampa la otra tarde para llenar el aire de una plaza que muy pronto se consumaría hasta la extenuación, y enmudecería por el regreso a casa de un Hombre atado a nuestro destino. Sus mismas delicadas manos son las que ayer mismo mimaban los retoques de tu sagrada túnica que ya no se cubrirá si no para ser guardada.

Como si estrenaras un traje la contemplas con la misma mirada risueña con que la estrenaste aquel año que salías de la mano de tu hermano tras el Guión mejor bordado y escrito que de siempre llevaba tu abuelo. A través de esa mágica tela, has tejido primavera a primavera la hechura más entrañable, emocionante  y por tanto más confesable que siempre pudiste soñar. Por su plisado se han derramado los chorreones de cera que jalonan tus amores y desamores; se ha manchado con la cantonera de tus manías y olvidos mas recordados; se ha ennoblecido el brillo del antifaz con el terciopelo morado de la tersa felicidad de incrementar la especie además del Libro de Familia y por si no fuera poco, el censo de la hermandad; se ha impregnado de la amarillenta presión espartana del acuciante fin de mes; el cíngulo se ha agrietado y descolorido por los nudos asfixiantes del llanto y el recuerdo de los que se fueron y te acicalaban año a año, en el último instante antes de salir de casa.

Con ellos hoy pasas revista y revisas con celo de diputado de tramo, cada  palmo, cada centímetro de la prenda. Con ellos te retrotraes en el tiempo que nunca saldrá del jardín de tu memoria. Con ellos, mientras quien más te ama, recompone el dobladillo de tus últimas lágrimas, te vas hoy a implorar desde la Casa de Su Abuela,  las Penas de un barrio que no dibuja en su horizonte más que un amanecer valiente y un día para enmarcar; el que se levante a pulso como Su Estrella de la Mañana. ¡Que poquito queda!

Foto: José Avilés 










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