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Exposición. El Museo de Bellas Artes de Sevilla acoge una gran exposición de José de Ribera.


Arte Sacro. La consejera de Cultura, Rosa Torres, presentó en el día de ayer la exposición José de Ribera bajo el signo de Caravaggio (1613-1633), organizada por la Obra Social y Cultural de Caja Duero y por la Consejería de Cultura, y comisariada por el profesor Nicola Spinosa, director de la Soprintendenza Speciale per il Polo Museale Napoletano y experto en la obra de Ribera. La exposición estará abierta al público desde el día 14 de septiembre al 23 de octubre en el Museo de Bellas Artes de Sevilla.

Esta muestra, que finaliza su itinerancia en Sevilla tras exponerse en Salamanca y Valencia, se compone de 28 óleos y 13 grabados, procedentes de colecciones públicas y privadas italianas, españolas, europeas y americanas, que muestran el itinerario del pintor español tras las huellas de Caravaggio, desde las primeras obras juveniles hechas entre Roma y Nápoles, en clave naturalista y con detalles de un realismo despiadado, hasta el giro pictoricista y neoveneciano de los años treinta, con los signos de una participación cada vez más sentida del artista en los aspectos más cotidianos y populares de la existencia del hombre.

La consejera de Cultura resaltó que la exposición presenta la particularidad de ofrecer una novedosa visión de la obra de Ribera, porque “pone la lupa sobre la relación que existe entre la producción de la primera época de éste y la obra de Caravaggio”. La mayor parte de las obras vienen de España, Gran Bretaña e Italia, aunque también de Nueva York, y México, tanto de instituciones y museos públicos, como de colecciones particulares.

Biografía

José de Ribera (Xátiva 1591- Nápoles 1652) se traslada muy joven a Valencia para formarse como pintor. Más tarde,  alrededor de 1608, viaja a Italia siguiendo uno de estos dos itinerarios: por la costa francesa hasta Génova y luego de allí a Milán, Venecia, Boloña y Parma, o bien directamente de Alicante a Nápoles, desde donde habría emprendido luego viaje a Roma y Parma. En cualquier caso, es probable que Ribera estuviera activo ya en Italia antes de 1611, ya que ese año es el que consta en los documentos de pago de un retablo suyo, San Martín y el pobre. En 1613 está documentada su presencia en Roma como miembro de la prestigiosa Academia de San Lucas. Sin embargo, desde finales de 1616 el pintor vive y trabaja de manera constante en Nápoles, capital del virreinato español en la Italia meridional, donde se casa con la hija del artista y contratista de obras de arte Giovan Bernardo Azzolino, de origen siciliano, y donde morirá en 1652.

En ausencia de obras atribuibles a la estancia de Ribera en Parma, el conocimiento de la trayectoria italiana del pintor empieza con su periodo romano. A esta etapa pertenecería el San Jerónimo con el Ángel del Juicio de la Colegiata de Osuna, que se expone exclusivamente en Sevilla. También destaca la serie dedicada a los sentidos, de la cual se presenta la Vista  de la Colección Museo Franz Mayer de México.

A las primeras obras romanas se han agregado otras obras estilísticamente afines, fechadas por la crítica moderna alrededor de 1615-16,  como el San Agustín de la Galleria Regionale di Palermo y el San Antonio Abad de la Colección El Conventet de Barcelona, que se pueden poner en relación con otras telas ya conocidas pertenecientes a los primeros años de la actividad de Ribera en Nápoles. También podría corresponder a este periodo el óleo San Jerónimo estudiando, de una colección particular de Barcelona, que había permanecido inédito hasta ahora.

Los cuadros de estos años, donde aparecen figuras de santos, filósofos, personificaciones de los sentidos, pero también escenas de martirio de fuerte impronta realista, documentan una fase de evidente adhesión del joven Ribera a las tendencias del naturalismo, tal y como se había expresado a comienzos del siglo XVII en la obra de Caravaggio, que el español pudo ver en Roma y Nápoles. Sin embargo, frente a Caravaggio, la pintura de Ribera tiende a acentuar los aspectos más crudos e inmediatos de la realidad cotidiana y popular.

A partir de 1618 —cuando pinta su célebre Calvario, que se encuentra en el Museo de la Colegiata de Osuna, y la Magdalena meditando (Museo di Capodimonte, Nápoles), que se incluye en esta exposición—, su obra continúa expresándose con vigoroso realismo de matiz caravaggesca, pero inserta en su pintura, de fuertes claroscuros y tesituras cromáticas compactas, elementos de un cuidadoso iluminismo, inspirados en los ejemplos de Bartolomeo Cavarozzi.

En los primeros años del decenio siguiente, Ribera pondrá en marcha un proceso de geometrización de las formas que incluirá soluciones compositivas de una sólida pero dilatada monumentalidad, como la Aparición de la Virgen con el Niño a San Bruno (Schlossmuseum, Kunstsammlung zu Weimar), de 1626, y las dos célebres obras que están en el Museo de Capodimonte: el Sileno ebrio y el San Jerónimo y el Ángel del Juicio, ambas fechadas en 1626. De esta misma etapa se exponen dos obras de gran realismo, aunque de mayor alcance compositivo y luminosidad: el Martirio de San Lorenzo de la colección del Banco San Paolo IMI de Milán y el San Jerónimo meditando, de una colección privada inglesa (Jean Luc Baroni Ltd., Londres).

Alrededor de 1630, Ribera emprende una serie de pinturas con medias figuras de apóstoles y filósofos de la Antigüedad, para las cuales utiliza como modelos, como ya había hecho en el pasado, a personajes del mundo real y cotidiano escogidos entre la gente más humilde y desahuciada de la Nápoles virreinal, en las cuales suaviza cada vez más las soluciones expresivas, humanizando los caracteres y las reacciones sentimentales. Ejemplos del estilo de este periodo son las Pitágoras y Heráclito del Museo de Bellas Artes de Valencia, y Santiago Apóstol de la colección del propio Museo de Bellas Artes de Sevilla, incluidas en la muestra.

En este periodo, Ribera, en la cumbre del éxito, se dedica a conciliar progresivamente las pasadas propensiones naturalistas y caravaggescas con el uso de luces y atmósferas solares y de materias cromáticas cada vez más iluminadas y precisas, de influjo veneciano y tizianesco, hasta el giro definitivo de 1635, cuando realiza el gran retablo con la Inmaculada Concepción para la iglesia del Convento de las Agustinas Descalzas de Salamanca y, en 1637, la primera versión del Apolo y Marsias del Museo de Capodimonte, obras donde los elementos del naturalismo caravaggesco se funden con el uso de materias cromáticas más densas y vibrantes, consiguiendo efectos de nueva y estremecedora intensidad dramática y expresiva.









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