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La multiplicación del pan en Pagés del Corro según las Hijas de la Caridad. Fernando Carrasco. ABC Sevilla.


Fernando Carrasco. ABC SEVILLA. Cada día, desde hace cien años, en la calle Pagés del Corro, a la altura del número 34, se produce el milagro de la multiplicación de los panes y los peces. Lo llevan a cabo las Hijas de las Caridad -Premio Príncipe de Asturias 2005 a la Concordia- merced al auspicio de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Entre 180 y 200 comidas se dan un día sí y otro también en las Cocinas Económicas y Comedor Nuestra Señora del Rosario.

Esa labor altruista de la real corporación se sigue manteniendo desde que se inaugurasen estas instalaciones por Su Majestad el Rey Alfonso XIII en 1904. Lo que comenzó siendo un comedor benéfico y una escuela de párvulos y guardería para los hijos de la gente obrera, es hoy un complejo en el que además de atender a los indigentes y gente sin recursos económicos, cuenta con un colegio concertado.

En el día de ayer, el cardenal arzobispo de Sevilla, monseñor Carlos Amigo Vallejo, bendijo las obras de reforma que se han llevado a cabo en las Cocinas Económicas. El prelado estuvo acompañado por la junta de gobierno de la Real Maestranza, con su teniente de Hermano Mayor, Alfonso Guajardo-Fajardo al frente, así como ex tenientes, caso del conde de Peñaflor y del conde de Luna. El acto tuvo lugar en la capilla de Nuestra Señora del Rosario, que está presidida por un inmenso azulejo en el que se representa a esta advocación de la Virgen, Patrona de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla.

Alfonso Guajardo-Fajardo, que recordó el motivo de estos comedores y que fueron inaugurados el 9 de mayo de 1904 por Su Majestad el Rey Alfonso XII y el entonces cardenal arzobispo, Marcelo Spínola, señaló que para la institución que preside «es un motivo de orgullo que después de un siglo sigamos manteniendo vivo el mismo espíritu».

Por su parte, la hermana Visitadora, sor Pilar Rendón, agradeció la presencia de monseñor Amigo y de la Real Maestranza, «porque sin su apoyo no hubiese sido posible prestar esta ayuda» y dejó claro que «todavía hay que seguir más allá del camino recorrido. Hoy, víspera de la festividad de San Vicente de Paúl, y en el año dedicado a la Eucaristía, todos tenemos que comulgar en salir al paso de los pobres. Sólo por el amor al pobre conocerán que somos discípulos de Cristo».

Tras la bendición de las obras, fue el cardenal arzobispo quien se dirigió a todos los presentes, recordando el pasaje en el que un tribuno le ordenó al diácono Lorenzo, cuando a punto estaba de morir, que le dijese dónde estaban los tesoros de la Iglesia. «Y Lorenzo le llevó a los pobres. Ése es el tesoro de la Iglesia».

Amor a los pobres

El prelado deseó que llegase el día en que no hubiese personas que necesitasen de un comedor como éste. «Mientras aguardamos, no podemos estar con los brazos cruzados. Por eso pedimos a Dios que todos los hombres tengan el pan nuestro de cada día. Si el Señor multiplicó el pan y los peces, es a nosotros ahora a quienes nos corresponde hacer estos milagros. Porque estos comedores no sólo dan de comer al hambriento sino que son una lección permanente de amor cristiano».

Felicitó monseñor Amigo Vallejo a la Real Maestranza por tener como primer objetivo atender a los más necesitados y a las Hijas de la Caridad les pidió seguir con su labor cristiana. «Como dijo San Vicente de Paúl, todo lo que se haga por los pobres es moneda de oro que Dios canjeará por el amor de Cristo».

A continuación el cardenal recorrió el edificio y se interesó por los indigentes que en aquel momento recibían la comida. Ayer, carne a la jardinera, ensaladilla rusa, fruta y bebida. Fueron muchos los que quisieron saludar al prelado. Incluso hubo alguno que vitoreó su presencia con un «¡Viva don Carlos Amigo!».

«Aquí nunca se ha mirado el color de la piel ni la religión»

José Luis Algeciras, de Sevilla, y Juan -a secas, como dice que le conocen todos-, de Senegal, son dos de los indigentes que acuden a las Cocinas Económicas de las Hijas de la Caridad. Ayer fue un día especial para ellos porque se alzaron como portavoces de los cientos de pobres que pasan a diario. «Esperamos que esta situación sea pasajera y que nuestra fortuna cambie -precisó José Luis-. Pero otras personas vendrán. Así ha sido durante más de cien años. Pedimos a la Maestranza que siga ayudando a las monjitas». Juan, que confesó que «es la primera vez que me dirijo a un cardenal», dio las gracias por la visita y fue franco al señalar que «necesitamos esta ayuda. Aunque a veces se critique a la Iglesia, a la hora de la verdad, aquí está. Sin importar el color de la piel ni la religión».

Monseñor Amigo, emocionado, agradeció las palabras del senegalés en árabe.









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