Arte Sacro
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Adviento. Carlos Colón. Diario de Sevilla.


Así que media noviembre la Resolana se hace de oro. Amarillean los árboles, el Arco cambia su color albero por el del oro viejo del canasto del antiguo paso del Señor de la Sentencia, una luz bizantina –como de nimbo de icono– hace de miel las murallas y el césped cubierto de hojas muertas –oro sobre verde– parece desplegar en torno a ellas el manto de tisú. En ese mundo de oro todo parece idealizado. Se riza en el aire frío, como si fuera incienso, el humo del puesto de calentitos. Las gentes parecen figuritas de nacimiento. El mundo es de corcho, de yeso y de escayola; el suelo, de serrín; el cielo, papel azul de Pichardo o de Padura; las azoteas que sobresalen tras las murallas y las palmeras del Arco, compradas en las tiendecitas de Feria o de José Gestoso. No es ayer, ni mañana, ni hoy: es siempre cuando llega el Adviento a la Resolana. La rueda del carro del villancico antiguo sigue pillando a un niño ante el Arco de la Macarena y su madre, triste y afligida, echándole un escapulario del Carmen de San Gil; en el bar Esperanza –serrín y aguardiente– Manuel Torres sigue cantando por campanilleros "Si supieras la entrada que tuvo el rey de los cielos en Jerusalén, que no quiso coche ni calesa sólo un jumentito que alquilao fue"; y desde una ventana de Sagunto se oyen los campanilleros de la Niña de la Puebla que Meli dedica a su tía Esperanza, en el día de su santo, en un programa de Manolo Bará o Rafael Santisteban.

En la Magdalena la hermandad del Calvario descubre con sobrio pudor lo más resguardado de sus afectos en el besamanos de Virgen de la Presentación, tímida y dulce en su discreto estar diario al pie de la cruz pero severa y huidiza cuando recibe los homenajes que ella cree que sólo su hijo merece. Si la Resolana se reviste de oro para recibir el Adviento, la Magdalena, hoy, lo hace del silencio y la sencillez que son los dones de esta Virgen discreta; si allí –Adviento de las calles– suenan con brío los campanilleros de Torres y de la Niña de la Puebla, aquí –Adviento del corazón– suena la Plegaria a la Virgen de la Presentación de Manuel Castillo, dulce susurro que hiere aún con mayor melancolía este primer año que nos falta.

En un sentido no impositivo, sino en el de esa generalización lícita cuando una mayoría coincide en un afecto y una memoria compartidas, se puede decir que Sevilla emprende a su manera –de oro la Resolana, en besamanos la Virgen de la Presentación– el camino del Adviento que hoy empieza para todos los cristianos con la invocación de Isaías que se leerá en las iglesias. Como para nosotros el Varón de Dolores de Isaías está en San Lorenzo, la invocación –"Tú, Señor, eres nuestro padre; tu nombre de siempre es nuestro redentor. Muéstrate, por amor a tus siervos"– se dirigirá al Señor en la seguridad de que la oirá y la atenderá cuando el seis de enero culmine el camino que hoy empezamos a andar con íntima alegría.

Mas info en: www.diariodesevilla.com









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