Arte Sacro
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A través del antifaz. Dando paso a la trasera. Alberto De Faria Serrano


 A veces se hace preciso adivinar por qué la veleta gira en el sentido contrario a lo deseado. En otras es mejor tratar de escudriñar qué hay mas allá de que haya un costal de cada color. Porque seguramente en el carrito que cierra el cortejo es fácil separar los cirios de los palermos y la endeble línea que enfrenta el deseo con la realidad; de saber estar en las mecías cortitas tanto cómo comportarse si se va a paso de mudá. No llevamos mucho tiempo sin el de costero a costero y aun hay que irse preocupando porque no se siga viendo cómo le jumea el taco, sobre todo a la delantera.

A escasos treinta días para los auténticos y válidos tres toques del llamador, cualquier sesión de ensayo es ya por ventura una absoluta reválida. Una puesta en escena. Un autentico partido de Champions. Y aunque por lo general, los pasos van a ir sobre los pies, tal como nos gusta que anden en Sevilla, ay! y que no nos lo cambien, no sería una sorpresa que la cambayada de turno derive en relincho de equino mas pronto que tarde, en cualquier relevo. Si bien es cierto que el capataz, como todos los años, ha ordenado rigurosa y eficazmente las cuadrillas, y las igualás tempraneras y a tiempo, han separado el grano de la paja, no es menester, que no pueda controlar qué pasa en el costero derecho o en el trasero si no está por allí o no se percata de las oportunas observaciones de los contraguías que han de ser mas firmes que tibias, mas convenientes que condescendientes y mas colectivas que individuales. En virtud de ellos, el paso poseerá el mismo sello distintivo y el mismo toque de elegancia y sevillanía que todos los años para beneficio, goce y disfrute de todos, hasta para los que cangrejean delante. O detrás.

Ahora ya llega el momento de apretar los dientes. De crecerse en la trabajadera. De ponerse en su sitio el costal. Como mandan los cánones. De venirse arriba con el izquierdo por delante. De ir todos milimétricamente al unísono en el paso racheao. De aquilatar el cimbreo de las caderas en el izquierda alante, derecha atrás. De aguantarse la distancia en la saeta desgarrada tanto como levitar hasta el infinito en la levantá al cielo con Él/ Ella. De sostener la presión del zanco para que el patero nos haga brotar de nuestro corazón la vibrante plegaria al Hijo de Dios y la promesa y la Salve a su Madre. Sin botar ni dentro ni fuera. Oído siempre. De estar a lo que se manda.

Ahora. Al mismo tiempo que se calibran la altura de los cajillos por la priostía. Sin demora. Ya llegarán los nervios del retranqueo. Ya llegarán las noches en vela. Porque ahora duermen como el Santiago de los Panaderos, por los exhaustos y reventados que acaban. Ya llegarán los desvelos y las vigilias. Cada chicotá es la exacta medida que aproxima la devoción popular a la querencia de la Hermandad. No es cualquier cosa. Estudiar las chicotás con las que hay que desfilar con el Crucificado o con el Olivo o con la bambalina primorosa, es primordial para beneplácito de todas las miles y miles de miradas que van a presenciar los pasos y van llevar a la eternidad la semblanza y la leyenda de cada Corporación. Bueno es que nunca se improvise. Ni por las macoyas en aquel balcón traicionero de Álvarez Quintero que no es mas bajo que el año postrero. Como es de ley y muy sevillano, hay que dejarlo todo atado y bien atado sin lugar a la sorpresa. Nuestra historia y nuestra Fiesta Mayor no se caracterizaron nunca precisamente por ello. Siempre hemos estado a la altura. Siempre le hemos dado paso a la trasera.

Ahi queó

A veintiséis mágicos retranqueos del mas bello sueño que se cimbrea cada año en nuestra retina.

Foto: Juan Alberto García Acevedo.










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