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El Retiro de Cuaresma de la Adoración Nocturna Diocesana se centró en la mirada de Jesús en la Eucaristía


Fran Granado. El pasado sábado, 11 de marzo, el Consejo Diocesano de Sevilla de la Adoración Nocturna Española, organizó un retiro espiritual de Cuaresma como preparación para vivir el gran misterio pascual, la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo. El retiro, dirigido por D. Teodoro León Muñoz, Vicario General de la Archidiócesis y Deán de la Catedral, que es el Director Espiritual de esta Archicofradía Sacramental, se celebró en la Iglesia de San Hermenegildo, sede de la Adoración Nocturna Diocesana.

Tras la Exposición del Santísimo, se rezó la Estación Mayor a Jesús Sacramentado y durante una hora se adoró al Santísimo Sacramento, a Cristo Eucaristía. Para ello, conforme a la Liturgia de las Horas, se siguieron los rezos de la Hora Tercia. Tras lo cual, en silencio, se realizó oración personal, mirando a Cristo Eucaristía y siendo mirados por Él. Con la venia de Jesús Sacramentado, se declamaron varios poemas, intercalados con silencio y contemplación: “Soneto a Cristo crucificado” de autor anónimo, “Al Santísimo Sacramento”, del Venerable Luis de Trelles (fundador de la Adoración Nocturna Española), y “Décimas a la Virgen María” de Emma-Margarita R.A.- Valdés.

Seguidamente comenzaría la Meditación que dirigiría D. Teodoro León, titulada precisamente: “La Mirada de Jesús en la Eucaristía”. Invitó a reconocer nuestros pecados: falta de fe, de esperanza, de caridad; los pecados de  nuestro exceso de orgullo, ambiciones y de nuestra sed insaciable de poseer cosas. Pues cuando nos ponemos ante la mirada de Jesús, vemos la mirada misericordiosa de Dios Padre, que pese a todo nos perdona.

D. Teodoro, como meditador, mostró la importancia de la mirada, que puede decir, incluso, lo que las palabras no pueden o no se atreven a decir. Para que poseamos una mirada hermosa se necesita tiempo, haber visto muchas cosas en la vida y en el propio corazón, haber experimentado la felicidad y haber pasado por el crisol misterioso del dolor. Y necesita, por encima de todo, “dejarse mirar por Dios”.

Mostró la mirada misericordiosa y profunda de Jesús, que manifiesta el cuidado amoroso de alguien que está pendiente de nosotros en todo momento y en todo lugar, expresa un deseo de mirar dentro de los corazones y entenderlos. Sus ojos nos ven en lo más escondido y nos aman con una misericordia divina. Y al amparo de esa mirada, uno debe entablar un diálogo con el Señor. El meditador fue realizando un recorrido por diferentes miradas de Jesús, que se conservan en los Evangelios. Y se preguntó, ¿cómo es posible que haya madres que después de llevar a sus hijos nueve meses en sus entrañas y de sufrir los dolores del parto lo tiren a la basura?, ¿qué pasará por el corazón y la mente de esas madres? Quiere pensar que no miran a sus hijos, no ven el fruto de sus entrañas. Y ante el Señor Eucaristía, pidió por estas madres para que sientan la mirada misericordiosa del Salvador. Resaltó la mirada de comprensión y esperanza, mirada acogedora y compasiva, que debió percibir Pedro en la mirada de Jesús, cuando le negó y renegó. Esta mirada le hizo renacer y se salvó.

Ante Cristo Eucaristía se encuentran dos miradas: nuestra mirada sobre la de Dios y la mirada de Dios sobre nosotros. A veces, la adoración eucarística se reduce a hacerle compañía a Jesús, a estar bajo su mirada dándole la alegría de contemplarnos a nosotros que, a pesar de ser criaturas insignificantes y pecadoras, somos sin embargo el fruto de su pasión, aquellos por los que dio su vida.

D. Teodoro expresó que la adoración a Jesús Sacramentado, aunque pueda parecerlo, nunca es una pérdida de tiempo, una mirada sin ver. Jesús sabe la multitud de cosas gratificantes que los adoradores podrían estar haciendo en ese momento. Contemplando y adorando a Cristo Eucaristía, los adoradores se llenan del Amor del Padre, y quizá les suceda como a Moisés cuando bajó del Monte Sinaí, con un rostro radiante tras hablar con Dios. Igualmente, tras la adoración eucarística muestren un rostro radiante, porque han contemplado al Señor. Y este es el más hermoso don que pueden ofrecer. Es hermoso descubrir en los ojos de Jesús todo su amor por nosotros. Y sobre todo, descubrir su amor en la celebración de la Eucaristía de cada día. Animó a encontrar en el Sagrario el paraíso perdido que buscamos, a entrar en ese mundo fascinante de Jesús Eucaristía, donde encontraremos el amor infinito de Dios. Animó a buscarlo en el silencio, a hablarle de corazón, con confianza, a decirle muchas veces: Jesús, yo te amo. Yo confío en Ti.

Animó a admirar a Jesús, a quedarnos extasiados mirándolo, sobre todo, en la elevación de la misa y durante la Exposición del Santísimo Sacramento. Que nuestra adoración sea un mirarlo y dejarnos mirar, un amarlo y dejarnos amar. La mirada de Jesús es AMOR y la ternura de Dios se irradia a través de sus pupilas.

Las últimas palabras del meditador fueron para María, la Madre de Dios y madre nuestra, porque Jesús así lo quiso. La corredentora, mediadora universal, nuestra formadora en la fe, la única persona que le acompañó siempre, desde el pesebre a la Cruz, la que siempre nos lleva a Él: María, haznos sentir tu mirada de Madre, guíanos a tu Hijo, haz que no seamos cristianos “de escaparate”, sino de los que saben “mancharse las manos” para construir con tu Hijo Jesús su Reino de amor, de alegría y de paz”.

Redacción y fotos: Paco Burgos










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