Opinión. Una enorme tristeza. Diputado de Cruces
El pasado sábado fue uno de los días más triste que se ha podido vivir en la historia reciente de las cofradías sevillanas. ¿Se ha dado cuenta el Sr. Vicario del daño tan tremendo que ha causado a la Hermandad de la Resurrección y, por ende, a la Semana Santa? Y ahora, ¿qué?
Bueno, pues ya verán como en los próximos días escucharemos y leeremos a los que han negado a la citada hermandad que en esta historia no hay ni vencedores ni vencidos, que habrá que ponerse a trabajar para encontrar una solución para este problema, que no hay nada contra la cofradía de Santa Marina, que…. Palabras, sólo palabras, porque si se hubiera querido hacer algo, tiempo ha habido, ya que esta situación, como escribí el otro día, no es nueva ni de este año ni del pasado. Ojalá el Consejo General hubiera sido tan diligente en este asunto como lo es a la hora de pedir préstamos para pagar subvenciones, que aumentan su endeudamiento o a la hora de adquirir naves para guardar los palcos.
Y sí ha habido vencedores y perdedores. Han ganado aquellos frustrados pregoneros de la nada que postulan un cristianismo vivido nada más que de puertas para adentro, en la intimidad de los hogares y, como mucho, de las iglesias y que defienden una Semana Santa como fiesta popular sólo de las emociones y de las sensaciones, de los olores, de los sonidos y de las melosas historias angelicales, frente a aquellos que creemos que, además (sí, escribo además y no en vez de), no deben olvidarse sus raíces de fiesta religiosa, donde los valores de nuestra fe, entre otros, la caridad, la solidaridad y la defensa de los necesitados, deben verse reflejados. Curiosamente, muchos de estos vencedores se manifiestan enojados si las hermandades no acuden corporativamente a las manifestaciones políticas contra el gobierno de la nación o no organizan actos públicos contra las decisiones de la justicia civil y se atrincheran en la tradición, que a veces es de ayer por la mañana o en la supuesta independencia de un Consejo General excesivamente preocupado de la gestión de los dineros y poco sensible a las necesidades de algunas (de algunas, repito) de las hermandades que representa.
¿Y los perdedores? Por un lado, la Iglesia de Sevilla, que ha dado una imagen penosa, sin criterio. Y por el otro, claro, la Hermandad de la Resurrección, que deberá enfrentarse otra vez más a hacer la estación de penitencia que marcan sus reglas a unas horas inadecuadas, en soledad y sorteando peligros, encontrándose una carrera oficial ya quitada, debiendo pedir la venia a un Consejo General que no la ha defendido y teniendo que poner buena cara a las autoridades eclesiásticas que la van a recibir, seguro, a la entrada de la Catedral.
Quizás los hermanos de Santa Marina debieran replantearse su futuro como hermandad de penitencia, pues está muy claro que en Semana Santa no la quieren y, que, según parece, el Domingo de Resurrección es sólo día de toros y no de cofradías. Del Sábado Santo pueden olvidarse, más después del rotundo posicionamiento en contra que, según recoge la prensa especializada, manifestaron públicamente dos de los hermanos mayores de las hermandades que procesionan ese día (que, como nadie, Sr. Vicario, nadie, les dice nada en sentido contrario, se creen los “dueños” de la jornada). Y el Consejo General seguirá aplazando la cuestión una y otra vez, como suele hacer en todo lo que no tenga que ver con los repartos dinerarios.
De todas formas y si os sirve de algo, los de siempre estaremos el próximo Domingo de Resurrección con vosotros. Y este año, nuestro abrazo será, si cabe, todavía más fuerte.
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