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Liturgia. Formas de cultos y de piedad popular III. Las Siete Palabras. Jesús Luengo Mena


Este tiempo de Cuaresma tiene una serie de devociones populares características. Propias de este tiempo penitencial podemos citar, como práctica cuaresmal, el rezo del Vía Crucis, que es un ejercicio de devoción muy querido por las hermandades y parroquias, mediante el cual se recorren los momentos más sobresalientes de la Pasión y Muerte de Cristo a través de sus catorce estaciones.

De igual forma, en la Cuaresma están bastante extendidas las meditaciones sobre el Stabat Mater y sobre las Siete Palabras de Jesús en la Cruz, a las que ahora nos vamos a referir.

Las Siete Palabras tuvieron gran difusión en el siglo XVII, sobre todo gracias al tratado que sobre dicho tema escribió el cardenal jesuita san Roberto Belarmino, hoy doctor de la Iglesia (De septem Verbis a Christo in cruce prolatis). El sermón sobre las Siete Palabras es fuente importante de reflexión durante los días cuaresmales. Pero una buena pregunta sería ¿Y cuáles son esas Siete Palabras? En realidad no son palabras sino las frases que Jesucristo pronunció estando ya crucificado y que los evangelistas han recogido.

Estas frases tienen un orden que tradicionalmente es el siguiente:

Jesús decía: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34)

Jesús le dijo: «En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso» (Lc 23,43)

Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». 27Luego, dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre» Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio (Jn 19, 26-27)

Y a la hora nona, Jesús clamó con voz potente: Eloí Eloí, lemá sabaqtaní (que significa: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»). Mt 27,46; Mc 15,34;

Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dijo: «Tengo sed» (Jn 19,28)

Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo: «Está cumplido». E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu (Jn 19,30)

Y Jesús, clamando con voz potente, dijo: «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu». Y, dicho esto, expiró. (Lc 23,46)

Algunas de estas frases las dirigió Jesús al Padre, otra al Buen Ladrón, a su Madre y a san Juan y otras propias.

En próximos artículos abordaremos más en detalle el Stabat Mater y el piadoso ejercicio del Vía Crucis.










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