Cartas desde el Exilio Carmelita

Francisco Santiago. Qué difícil resulta pasar por la puerta de tu casa y no poder entrar. Saber que tu habitación en forma de retablo está dolido, dañado por el olvido que se ha establecido como único morador de Santa Catalina.

¿Dónde están tus tejas de la techumbre, por qué está tan desangelada la lámpara que corona la Santa que da nombre a tu templo?

Tu azulejo cerámico se deja acariciar por la tenue luz que llega desde tus candelabros, es un reflejo débil, tenue, como la luz que alumbra tu besamanos en la casa de alquiler que llamamos San Román. Será la crisis, esa que repercute en tantos y tantos hijos tuyos, pero que no dudan en acompañarte en estos días en tu honor. Son plegarias de corazón, intensas en color marrón, como el hábito de los carmelitas calzados que te acompañan.

Tú eres historia, memoria perenne que parece haberse parado en el tiempo y que, como la llaman ahora, la memoria histórica parece no querer que vuelvas a tu Casa, junto a tu otro yo que llamamos Rosario.

Te alejas en la oscuridad, se acerca la medianoche y tienes que saludar a las vecinas que te amparan y acompañan, Encarnación de los Terceros y Santa Lucía, Virgen y Mártir, antes de volver a esa especie de refugio ocasional que ha pasado de ser efímero a ser impreciso en el tiempo.  

Y esperaremos un año más…

Fotos: Francisco Santiago