Arte Sacro
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Juan de Roelas, Francisco de Villegas y Martínez Montañéz se fundieron en la Cuaresma de San Isidoro


 Francisco Santiago. Si ya de por sí el patrimonio de la parroquia de San Isidoro es inmenso, si se da la circunstancia de unir ciertas obras en una misma, la cosa toma carismas históricos.

Del maestro pintor Juan de Roelas ya han oído y visto sus obras, al cual se le ha dedicado una magna exposición en Sevilla que, por su puesto incluía el templo que tiene en su retablo mayor una de sus más famosas y reconocidas obras: El tránsito de San Isidoro, que pinto en 1613.

Juntamente un año después, el discípulo de Martínez Montañés, Francisco de Villegas, realizaba el portentoso crucificado del Perdón en 1914 también para dicha parroquia.

La Cuaresma lleva a mucho templos a poner imágenes de Cristo crucificado en sus altares mayores y en San Isidoro el barroco se hace retablo ilustrado donde la imaginería y la pintura convierten el mismo en una obra descomunal en cuanto a belleza e importancia histórica.

El tránsito de San Isidoro se convierte en una especia de escena pasionista donde los personajes del cuadro parecen lamentarse ante la muerte de Jesús, momentos antes del descendimiento.

Si a todo este incomparable marco artístico, le sumamos la visita el pasado sábado 28 de marzo del vía crucis con el crucificado de Los Desamparados (1623), obra maestra de Montañés, la escena que se compuso tomó forma en un lienzo en tres dimensiones de una belleza sin igual y, si hablamos de arte, algo fuera de sí que formaría un “todo” en el siglo de oro del arte sevillano.

Fotos: Francisco Santiago










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