Arte Sacro
  • Noticias de Sevilla en Tiempo de Pascua
  • martes, 30 de abril de 2024
  • faltan 348 días para el Domingo de Ramos

Acción de Gracias en el funeral de Manolito. Miguel Ángel López, fsc


GRACIAS

La verdad que no se si a Dios o… a Manolito.

Creo que lo mejor será dárselas a Manolito por habernos hecho cercano a Dios.

A lo mejor caemos en un error teológico, pero ahora mismo lo que me sale es dar gracias a Manolito por habernos acercado a Dios con su persona, con su entrega, su generosidad y su vida…

Seguro que todos estamos pensando en el amor que le tenía a la Virgen, el mimo con que cada día abría la capilla, ponía el foco de luz, encendía alguna vela o simplemente cambiaba un jarrón de flores…

“¿a que está precioso, Hermano?” me decía… yo siempre le decía que si… que lo estaba… porque era cierto… las cosas que hacía, que montaba, que cuidada, eran preciosas Pero… ¿sabéis lo que era realmente precioso?

Precioso era verlo como padre amando a sus hijos.
Precioso era ver a un esposo cuidando cada paso de su mujer.
Precioso era verlo como hermano de sus hermanos…
Precioso era verlo seguir los pasos de Manolo y Mercedes…
Precioso era sentirlo como amigo, como jefe, como sonrisa de buenas tardes en la portería del colegio…

Y … ¿no es precioso que alguien que ama, cuida, se hace hermano, acompaña, se hace jefe y amigo y te regala una sonrisa… te está enseñando a Dios?

Gracias Manolito por tu vida entregada… por regalarnos con tu vida un poquito de Dios…

Y ahora a Dios…

GRACIAS por habérnoslo regalado a Manolito.

                                                                            Hno. Miguel Angel López, fsc

Carta de MANOLITO a San Juan Bautista de La Salle

Querido San Juan de La Salle:

Seguramente te extrañe recibir esta carta, quizá no era yo el remitente que esperabas, pero sí, soy yo, Manuel, aunque me llaman Manolito, el portero de uno de tus tantos colegios y siento la necesidad de escribirte, de agradecerte tanto y tantas cosas que hoy tengo por tu mediación.

Déjame antes contarte mi historia. Tú no me conoces como a otros miles de alumnos de todo el mundo que se educaron bajo tu atenta mirada, más que nada porque yo no tuve la suerte de sentir esa mirada, no tuve la suerte de sentarme en uno de tus pupitres ni de recibir lecciones de Matemáticas o Lengua con la misma pasión con la que lo haría nuestro modelo de vida, Jesús.

Nunca tuve la fortuna de estudiar en un colegio tuyo, a pesar de ello, siempre te tuve bien cerca, pues mis hermanos sí disfrutaron de tu educación. Nunca pude jugar en tus recreos, pero sí lo hacía cada sábado y cada domingo con mis amigos. Y aunque yo era de fuera, un intruso, tus puertas nunca se me cerraron, siempre fui bienvenido y acogido en tu colegio.

Es verdad que no te conocía con profundidad, que para mi fueras un santo más entre otros tantos, pero los años pasan y al igual que el Zorro y el Principito se domesticaron, no sé ni cómo ni por qué, pero me dejé domesticar por ti.

Poco a poco fuiste entrando en mí y, un buen día, Dios nos regaló a mi mujer y a mí un precioso hijo del que me sentiré orgulloso toda la vida. Y tanto llegaste a entrar en mí que sentí en mi interior una voz que me llamaba. Sí, era Dios quien me lo hablaba, pero lo hacía a través de ti y sus palabras me empujaron a matricularlo en tu colegio, en el colegio donde tantas y tantas horas de niños y colegueo pasé varios años antes. Y así fue, querido Juan, como me iba integrando cada vez más en la familia lasaliana. Una familia que desde chico admiré por su entrega y fraternidad.

Pero si esto me parecía poco, los avatares de la vida nos condujeron a mis amigos y a mí a otro hito que hizo que tú y yo nos uniéramos más todavía: mi querida Virgen del Dulce Nombre halló cobijo bajo el techo de tu colegio. De nuevo, tuviste las puertas abiertas unos “forasteros”. No te importó, sólo tus ganas de ayudar te llevaron a aceptarnos y hoy somos uña y carne.

A raíz de ahí, comencé a involucrarme tanto, que me ofrecieron trabajar en uno de tus tantos y tantos colegios como portero, a lo que acepté con suma felicidad, pues suponía dar un paso más en nuestra amistad.

Hoy, presumo de pertenecer a tu familia de este modo, pues aquí guardo recuerdos del pasado, hago el presente día a día con mi trabajo, para forjar un futuro rodeado de las personas que, gracias a ti, conocí.

Gracias, por tanto, por todo lo que me has dado, por lo que me das y, por lo que estoy seguro, que me darás, porque en las buenas familias, a pesar de los malos momentos que se puedan atravesar en ocasiones, los miembros que la conforman olvidan sus diferencias para unirse y salir todos juntos del atolladero, porque, en las buenas familias, no existe ni el tú ni el yo, sino el nosotros. Gracias por tus enseñanzas.

Manuel Sánchez Vidal
La Salle Felipe Benito
Sevilla 










Utilizamos cookies para realizar medición de la navegación de los usuarios. Si continuas navegando, consideramos que aceptas su uso.