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Semana Santa: ¿De interés turístico? Juan del Río, Obispo de Asidonia - Jerez


Todos sabemos lo que han trabajado algunos pueblos y ciudades para que sus tradiciones cristianas de Semana Santa tengan el “marchamo” oficial de “interés turístico y cultural”. Ahora, muchos se quejan que lo turístico invade todo y que las tradiciones pierden su esencia familiar que las hacía entrañables. Lo que antes era devoción popular, en no pocos casos, se convierte en “fiesta singular” para ser contemplada, fotografiada y como mucho admirada. Se ha pasado de la Semana Santa como vivencia a un espectáculo.

Este deterioro de los siete días más importante para los cristianos no viene únicamente por el fenómeno del turismo. También la perdida de lo esencial en algunas Hermandades y Cofradías que configura la religiosidad de esos días entre nosotros, han contribuido al reduccionismo social, cultural o folklórico que padecemos. Tan poco han faltado pastores que buscando la máxima pureza litúrgica y una mayor participación de los fieles en el Triduo Sacro, no han sabido valorar o encauzar suficientemente las expresiones populares entorno a la Pasión de Jesús. Además, la gran masa que rodean estos acontecimientos es una buena plataforma que, en muchos casos, utilizan políticos y gentes del poder para ser visto y estar presentes en la ciudadanía.

Por mucho “hecho cultural” que se quiera imponer desde la oficialidad dominante, puede más la fuerza del sentimiento y devoción heredada de nuestros mayores. Es en esta sociedad secular, repleta de intereses, de pluralidades, de situaciones y creencias, donde se sigue exponiendo el drama del Calvario que ha dado sentido a la vida personal y comunitaria de nuestro pueblo. El hombre moderno, satisfecho o desilusionado, sabe que cada primavera volver al pueblo o a la ciudad que le vio nacer, es reencontrarse “con su” Cristo o “con su” Virgen y con ello sentir el anhelo de felicidad infinita que no disfruta en el consumismo ni en las ideologías secularistas.

Pero los católicos no somos idolatras. Las imágenes sagradas no son veneradas por ellas mismas, sino en tanto en cuanto representan a Cristo, a la Virgen María y a los Santos. Pero sucede hoy, en nuestro país, como las imágenes y signos cristianos son denigrados y representado obscenamente amparándose en una libertad de expresión absoluta para ocultar su mediocridad artística. Ello es una atentado a los sentimientos de millones de católicos y un pecado contra el santo Nombre de Dios.

Sin embargo, nuestro pueblo tiene una fe muy probada y sabe que esos “artistas basura” pasan sin rastro. Lo que verdaderamente perdura y ennoblece nuestra cultura es ese rico patrimonio artístico-religioso que se muestra en estos días santos y que es expresión de nuestra identidad. Las procesiones que recorren cualquiera de nuestras calles no son unas “manifestaciones peculiares”, sino que son un signo de la condición peregrina del hombre y de la propia Iglesia, además de un testimonio de fe que los cristianos deben dar a su Señor en la sociedad y cultura que les ha tocado vivir.

En medio de todo lo que nos acontece, no olvidemos lo sustancial: la celebración de la Pasión, Muerte y Resurrección del Hijo de Dios. Que al igual que por las calles de Jerusalén de hace 2000 años pasó el NAZARENO, también en cada Semana Santa a través de nuestras bellas imágenes se nos revela aquel Misterio que tiene fuerza para atraer a su amor al simple espectador. Cambiando el corazón endurecido, arrancando una lágrima al que perdió toda esperanza, y para seguir llamando a los de cerca y a los de lejos. Esto que parece imposible para los hombres es posible para el Dios Humanado que “paso haciendo el bien y curando a los oprimidos” (Hech 10,38).

Juan del Río Martín
Obispo de Asidonia-Jerez









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