Salve Regina. Jesús Luengo Mena
El mes de mayo es un mes especialmente dedicado a la Virgen y una de las oraciones más populares dedicada a Ella es la Salve. La Salve Regina es una oración muy antigua pues ya existía en el siglo XI.
La Salve es una oración que gusta por su brevedad y sencillez, por su ternura y profundidad, en la que se entrelazan de modo admirable la tristeza del peregrino y la esperanza del creyente.
Comienza con un saludo a base de sucesivos piropos: “Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te salve”. Enseguida la nombramos con el mejor titulo que posee: Madre y además, misericordiosa. Vida, dulzura, esperanza son piropos de cariño destinados a ganarnos su benevolencia.
Continuamos pidiendo su mediación: “A ti llamamos los desterrados hijos de Eva, a ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas”. La Madre es nuestra abogada, la que siempre nos ampara: “Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos”.
Si la Virgen no nos ayuda y ampara ¿Quién lo hará? A continuación le hacemos la única petición que contiene la oración: “y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre”.
Termina la oración con una coda: ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María!. La coda, atribuida a san Bernardo, es el broche final y la despedida de esta hermosísima oración que concluye de modo magistral pronunciando simplemente el nombre de María.
La ponemos a continuación en latín, ya que en español la hemos ido analizando en las frases anteriores. Buen momento para imprimirla y aprenderla, ya que observamos que cuando se canta en latín no todo el pueblo la sigue. Por cierto, que nadie se extrañe del uso del latín hoy día: es la lengua oficial de la Iglesia católica y todos los documentos vaticanos se publican en latín y, además, en las lenguas vernáculas.
Salve, Regina, mater misericordiae;
vita dulcendo et spes nostra, salve.
Ad te clamamus, exsules, filii Evae.
Ad te suspiramus,
gementes et flentes in hac lacrimarum valle.
Eia ergo advocata nostra,
illos tuos misericordes oculos ad nos converte.
Et Iesum, benedictus fructus ventris tui,
nobis post hoc exsilium ostende.
O clemens, O pía,
O dulcis Virgo María.
V/ Ora pro nobis Sancta Dei Genitrix.
R/ Ut digni efficiamur promissionibus Christi
Oremus:
Omnipotens sempiterne Deus, qui gloriosae Virginis Matris Mariae Corpus et animam, tu dignum Filii tui habitaculum effici mereretur, Spiritu Sancto cooperante, praeparasti: da, tu cuius conmemoratine laetamur: eius pia intercessione , ab instantibus malis, et a morte perpetua liberemur. Per eumdem Christum Dominum nostrum.
Amén.
Jesús Luengo Mena, Lector instituido y Vicette de Jesús Despojado