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Jueves pastoreños. La iglesia purgante en la iconografía de la Divina Pastora. Francisco Javier Segura Márquez


Durante todo el mes de Noviembre, la Iglesia Universal, haciendo eco de la Conmemoración de los Fieles Difuntos que tiene lugar el día 2 de dicho mes, ofrece de continuo sufragios por el alma de los difuntos, implorando de la Misericordia de Dios alcancen prontamente, si así lo merecen sus obras, el gozo de la Bienaventuranza, la contemplación de Dios cara a cara en la gloria.

Todos los difuntos constituyen la que se vino a llamar la Iglesia Purgante, que ha sido definida por los Padres de la Iglesia y el Magisterio a lo largo de los siglos. La Iglesia Doliente o Expectante, que así se llama, es aquella que, dejando la Iglesia Militante (la de los vivos) y anhelando la gloria del cielo (Iglesia Triunfante) vive el trance de la purificación. El Catecismo de la Iglesia Católica, en su Canon 1022, nos ofrece una fuente fundamental para la comprensión de esta verdad y un compendio de todos los documentos pontificios que lo explican: “Cada hombre, después de morir, recibe en su alma inmortal su retribución eterna en un juicio particular que refiere su vida a Cristo, bien a través de una purificación (cf. Concilio de Lyon II: DS 856; Concilio de Florencia: DS 1304; Concilio de Trento: DS 1820), bien para entrar inmediatamente en la bienaventuranza del cielo (cf. Concilio de Lyon II: DS 857; Juan XXII: DS 991; Benedicto XII: DS 1000-1001; Concilio de Florencia: DS 1305), bien para condenarse inmediatamente para siempre (cf. Concilio de Lyon II: DS 858; Benedicto XII: DS 1002; Concilio de Florencia: DS 1306)”.

La purificación de las almas tiene lugar en la dimensión del Purgatorio, que se ha concebido a lo largo de los siglos como un lugar de temperatura ardiente, que limpia las faltas de los que las cometen. “Es necesario creer”, dice San Gregorio Magno en sus Diálogos, “que, antes del juicio, existe un fuego purificador”. Formula el Canon 1054, a modo de conclusión de esta introducción teológica: “Los que mueren en la gracia y la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su salvación eterna, sufren una purificación después de su muerte, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en el gozo de Dios.“

Toda esta suma doctrinal forma parte también del hondísimo legado que nos ha proporcionado Fray Isidoro de Sevilla como Apóstol primero e inspirador de la devoción a María como Divina Pastora de Nuestras Almas. Así queda reflejado en el Sermón titulado “La Fuente de las Pastoras”, pronunciado durante la Novena del año 1722, para cuyo ejercicio había escrito Fray Isidoro la sexta jornada honrando a “María Santísima, Pastora de las Almas del Purgatorio, especialmente de aquellas que fueron devotas suyas”.

Diez años más tarde, la riquísima compilación de predicaciones que vio la luz en 1732 bajo el nombre de “La Mejor Pastora Asunta” sigue aportando nociones sobre el lugar que cada una de ellas ocupan con respecto a Dios.

Siendo las Almas que forman la Iglesia las verdaderas protagonistas de todo el cuerpo teológico que sustenta la justificación del Traje y Título de Pastora aplicado a María Santísima, era natural que las tres Iglesias (Triunfante, Purgante y Militante) se vieran representadas en torno a la Divina Pastora. El devoto que eleva los ojos a María Santísima, en tan consolador y amable título, la mira como Madre de las Almas de los Bienaventurados, a los que representa la iconografía como los Corderos que, en torno a Nuestra Señora, pacen felizmente a sus plantas, gozando de las delicias del Paraíso.

Algo más lejos, acudiendo a su rescate San Miguel, las almas de la Iglesia Militante las vemos materializadas en el cordero al que ha de salvar el Mayoral de las garras del león infernal, mientras suplica auxilio con el rezo del “Ave María”. Pero, ¿dónde vemos representada la Iglesia Purgante? La iconografía de la Divina Pastora traspuso al propio Rebaño de corderos esta necesidad de purificación, representando al Alma que se purifica de sus pecados en el Purgatorio como una oveja que se rasca la oreja con la extremidad posterior, en una postura muy llamativa que, por lo forzado de su gesto, parece representar plásticamente la incomodidad del fuego en el que vive el Alma que continúa en el Purgatorio a la espera de llegar a la presencia del Padre.

Así se ha conservado en el patrimonio de la Hermandad de la Divina Pastora de Cantillana, una de cuyas imágenes antiguas compartimos, en la que la vemos a sus pies, colocada de perfil, la oveja que representa la Iglesia Purgante. La Divina Pastora de Triana, venerada especialmente en la Parroquia de Santa Ana desde el año 1865 gracias al apostolado del Padre capuchino Miguel Mijares, también incluyó entre los corderos del rebaño una oveja en tal actitud de rascarse la oreja, recordando la necesidad de la purificación. Con seguridad podemos afirmar que nuestra Titular tuvo entre sus corderos una con esta actitud, perdida con el paso del tiempo a favor del nuevo rebaño que estrenó la corporación en el año 1907, gracias a la donación de su fervoroso hijo y Mayordomo, don Manuel Fernández Silva.

Por esta Iglesia purgante seguimos orando a lo largo de todo el mes de Noviembre, ofreciendo sufragios por el descanso de todos los corderos del Rebaño, especialmente aquellos que permanecen en el Purgatorio. María, Madre de Vida y de Misericordia, los acoja y reciba bondadosa bajo su maternal cayado.










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