Arte Sacro
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Ya queda menos. Heraldo Sacramentado. Alberto De Faria Serrano


 Hay días de una enorme y desigual sutileza. Hay días de una intensa molicie promovida por la fe de carbonero en los Magos de Oriente. Hay días que la miel de la natividad  empieza a pasarse de rosca y caduca por los entreverados códigos de una caja registradora. Mengua tu cuenta y mengua tu ánimo. Al calor de los globos y la paliza del infante de turno siempre hay tiempo para el sosiego y la espiritualidad. Una especie de oásis uncida en medio del desierto de la zozobra de la correspondencia de Gaspar. Cruzando directo por José Gestoso se va  pensando para los adentros que el mejor regalo cofrade  y anticipado de reyes es la ilusión de ver renovada la solemnidad del Besapies y la posterior Novena aun sin traslado del Señor de Pasión.

Hoy quizás salgas a la Calle movido por el deseo de satisfacer a ese sobrino que no se quiere perder ni la llegada del Heraldo del Ateneo. Promovido por ese delicioso aperitivo que es el roscón plumífero y adelantado de la Epifanía. Hazlo sabiendo que puedes escaparte un ratito y atender la llamada de ese otro Heraldo Sacramentado y uncido  de nuestra Semana Mayor. Con sus manos atadas a nuestra devoción y su estampa encorvada por el peso de nuestros pecados y nuestros oprobios. Menos mal que la Majestuosidad de su estirpe y la mansedumbre de su entrega por entero recompone la balanza. Esa balanza que empezó a recobrar su equilibrio emocional pasado el cabo de buena esperanza de la mitad de Diciembre. Me dicen que sin tunita lisa. Me dicen que adueñándose todo el espectro de la perspectiva para su infinita misericordia. Sin la Merced de su madre en pos de su abatimiento y sin su amado Juan que consolarle. Solo con el ensimismamiento íntimo y callado de hermanos y devotos. Como cirineos de su largo, interminable y pesaroso camino de regreso al Salvador. Su infatigable cadencia el día del Amor fraterno entre ceja y ceja. Él mismo es el camino.

Incluso antes de llegar, veras sus ojos semientornados y ya vas a su lado. Lo sientes como una premonición de Jueves Santo. Irás con o sin tu soledad. Con su soledad. Acompañándolo. Tu oración será su oración. El tacto de tu labio en su bendito talón desprenderá un halo de santidad y rejuvenecido fervor. Aprecia ese beso porque mejor presente no podrás recibir. Al salir de la Plaza de Zurbaran serás  heraldo de su verbo y de su entrega. Estará toda la Misericordia del Señor a sus Pies. Ya queda menos










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