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La misa tridentina ¿un paso atrás? Jesús Luengo Mena.


 A la vista de la polémica que la autorización, siempre considerado como extraordinario, del rito tridentino me gustaría aclarar algunas cuestiones que, seguramente sin mala intención pero sí con algunas dosis de ignorancia, se están escribiendo sobre este tema.

En primer lugar esta autorización del Motu Proprio “Summorum Pontificum” lo que hace es levantar las restricciones al uso de ese rito, que nunca ha estado prohibido.

¿Y porqué levanta las restricciones? Pues porque grupos de católicos, como nosotros, consideran que ese rito es tan válido como el actual y lo prefieren. No debe ser motivo de ruptura ni de alejamiento de la comunión eclesial el rito. La Misa siempre es la misma: sacrificio y misterio de nuestra salvación. Nadie piense que a partir de ahora la Misa vuelve a ser en latín ni que los sacerdotes se van a reconvertir en masa al rito tridentino. Siempre serán casos aislados, legítimos y tan respetables como el rito ordinario y cuando los fieles lo pidan expresamente. No hay marcha atrás ni marcha adelante: es otra opción.

En segundo lugar y hablo en general me parece desproporcionada la reacción a esta autorización, más aún cuando viene de personas que ni pertenecen ni están en la comunión eclesial. ¡Qué gran preocupación se observa entre los que precisamente no quieren saber nada de la Iglesia y a los que no les afecta para nada! Más de un artículo en prensa he leído claramente malintencionado. El rito tridentino no puede ni debe ser demonizado ni descalificado radicalmente. En ese rito rezaron y dieron culto al Señor durante cientos de años millones y millones de hermanos nuestros que nos precedieron en la fe.

En tercer lugar aclararé dos cuestiones, las más criticadas, que veo que son recurrentes: el uso del latín y la postura del sacerdote. El latín es la lengua oficial de la Iglesia y todos los documentos vaticanos (encíclicas, cartas apostólicas, decretos, etc) se publican en latín y luego o simultáneamente se traducen a las lenguas vernáculas. Si hoy se considera como una riqueza la variedad de lenguas y se fomenta su uso (vasco, catalán, bable, gallego y me refiero sólo a España) a ver si ahora va a resultar que todas las lenguas son una riqueza menos el latín, lengua que se usó durante cerca de mil años en casi toda Europa.

En lo referente a la postura del sacerdote, de espaldas al pueblo casi toda la Misa, no debe interpretarse como un acto de menosprecio ni de indiferencia del sacerdote hacia el pueblo. El sentido litúrgico que tiene es que el sacerdote adopta la misma dirección en la está el pueblo: todos, sacerdote y pueblo, miran al Oriente, lugar hacia donde debe estar orientada la cabecera de la iglesia (como simbolismo de Cristo, sol naciente que trae al mundo la luz y la salvación).

Termino: el rito ordinario, del Vaticano II, va  seguir siendo el mayoritariamente empleado, es el que va más con los tiempos actuales, es más pastoral y en el que yo, salvo alguna excepción, seguiré participando en la Misa. Pero el rito tridentino supone una riqueza cultual y litúrgica y su autorización hace desaparecer un motivo de alejamiento de algunos hermanos. Otros puntos de vista pueden ser respetables pero no cabe ver intenciones ocultas ni fantasmas inexistentes. El Vaticano II supuso un gran avance para la Iglesia y en ello estamos. Pero lo cortés no quita lo valiente.

Jesús Luengo Mena










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