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El Rosario. Mons. Demetrio Fernández González, Obispo de Tarazona.


octubre de 2005

Estamos en el mes de octubre, el mes del Rosario. Algunos dicen que es una oración pasada de moda, que es monótona y repetitiva, que se queda para gente que no sabe rezar otra cosa, que no le dice nada, que la liturgia ha sustituido estas devociones, etc.

Sin embargo, el Papa Juan Pablo II nos ha insistido una y otra vez en la importancia y el valor del Rosario para la vida cristiana. “Cuántas gracias he recibido de la Santísima Virgen a través del Rosario en estos años”, nos decía.

El Rosario, nacido en occidente, es una oración contemplativa, semejante a la “oración del corazón” oriental. Por eso, es repetitiva. No se queda en las palabras, sino que va de corazón a corazón. Nuestra época, en la que vivimos tan agitados, tiene necesidad de contemplación. El Rosario es un instrumento muy adecuado para alimentar esa actitud del corazón que ama. Al ser una oración sencilla, puede ser repetida continuamente, yendo de camino o de viaje, cuando tenemos que pasar ratos de espera. Nos centra y nos recoge en lo más nuclear de nuestra vida, nos conduce a lo más profundo de nuestro corazón.

El Rosario tiene como centro a Jesucristo, aunque parezca que es una oración dirigida sólo a María. Rezamos con Maria, repitiendo una y otra vez: ”bendito el fruto de tu vientre, Jesús”. Repasamos los misterios de la vida de Jesús, para apropiarnos el fruto de su redención: gozosos, luminosos, dolorosos y gloriosos. Son como cuatro etapas de un camino, que se llena de gozo con la vida incipiente, que se ilumina con las enseñanzas del Maestro, que se siente consolado con la cercanía de Redentor sufriente, que termina en el cielo, en el triunfo definitivo de Cristo y en la glorificación de María, primera redimida. En el Rosario tenemos como un “compendio del Evangelio”.

Se trata de contemplar a Jesucristo desde el corazón inmaculado de María. Qué buen observatorio. Mirar a Jesús desde María, con María, al estilo de María. Que ella nos enseñe a contemplar a su Hijo. No hay mejor escuela para un cristiano. Con María recordamos a Cristo. Con María comprendemos a Cristo. Con María nos configuramos con Cristo. Con María oramos a Cristo, nuestro Salvador.

Confieso que el Rosario, como todo, visto desde fuera no se entiende. Pero cuando se incorpora a la propia vida, cuando se contemplan con María los misterios de la vida de Jesús, cuando se coloca uno en el mismo corazón de la Madre, estaoración tiene un sabor atrayente, y “engancha” a quien lo reza de verdad. Conozco a muchos jóvenes que, cuando han descubierto el valor del Rosario, ya no han podido dejarlo. Se ha convertido como en una respiración del corazón, que descansa precisamente en el rezo diario. El secreto de esta oración está precisamente en su sencillez.

Os invito, queridos hijos de la diócesis de Tarazona, a rezar el Rosario. O a solas, o en grupo, o en familia. Del rezo del Rosario se derivan muchos bienes para nosotros y para los demás.

Recemos el santo Rosario por la paz del mundo y por las familias. Recemos por España, por todos sus pueblos y ciudades, por quienes nos gobiernan, por el mundo entero. El Rosario, además de honrar a la Virgen, deja huellas profundas de paz y de amor en nuestro corazón. Con el Rosario podremos construir un mundo mejor.


Con mi afecto y bendición:

Mons. Demetrio Fernández González,
Obispo de Tarazona










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