Un religioso hospitalario lleva 33 años ejerciendo de limosnero por las calles de Sevilla.
(IVICON).- Lleva 33 años ejerciendo de limosnero por las calles de Sevilla, una actividad ya en desuso en el seno de las congregaciones religiosas pero que el religioso hospitalario Francisco Simón ya practicaba con anterioridad en Lima con el santo hábito de la Orden de los Hermanos de San Juan de Dios. “Creo que se me daba muy bien por ser siempre claro e ir con la verdad”, señala Simón, manchego de 79 años, que ingresó en la Orden en 1955.
Pese a su larga experiencia en el oficio, el religioso hospitalario piensa que “no es fácil pues hay que tener una estabilidad, bondad y de todo, porque vas pidiendo para que te den desinteresadamente”. En una entrevista que publica Juan Ciudad, la revista de la Provincia Bética de los Hermanos de San Juan de Dios, Simón confiesa que “cuando un pobre pide, solicita lo que le pertenece, pues Dios nos hizo administradores de los bienes y el que pide para comer, cuando está satisfecho no vuelve”.
El hermano Simón cuenta también que ha ido a casas “que por circunstancias tenían mucho y se han venido abajo. Ahí hay que tener vista y decir que ya se volverá más adelante. También está el caso en que te da quien en realidad debe recibir y no puedes despreciarlo porque es hacer un feo. Eso sí que tiene mérito, darlo por caridad, no como los pudientes, que lo tienen que dar por obligación y en América reconocían que era su deber”.
Pese a que este oficio se ha perdido prácticamente en las congregaciones, Simón reivindica su trabajo (“la limosna es dura”, dice) cuando opina que “hoy no se da más limosna porque no llegamos, porque no se va a las casas”. En este sentido, piensa que su labor no consiste sólo en pedir sino en escuchar y consolar a los bienhechores. “No es ya por el dinero, que hoy se saca de otras cosas, sino por la presencia y el mensaje de la Orden y de la Iglesia en los hogares”, puntualiza el hermano Simón, para quien “mucha gente tiene necesidad de encontrarse con una persona religiosa para hablar y desahogarse”.
Su larga trayectoria de limosnero y siempre con el hábito hospitalario le ayuda a salir airoso de los encuentros con los mendicantes que tienen otras intenciones. “Tiene que ser muy listo para que me la den, por la experiencia que tengo. Escucho a todos y atiendo a todos y es verdad que a veces me tratan de engañar”, apunta el religioso, mientras confiesa que desde joven “tenía inclinación por el que sufre, y eso me llenaba mucho”.