Tres Caídas de San Isidoro. Javier Ramos Sáez
Jesús de las Tres Caídas..., pena consagrada a la contemplación del fiel creyente. Obra del escultor Alonso Martínez, que hace poco se cumplieron 337 años de su anecdótica muerte, refleja una serenidad y una belleza de gran sufrimiento. Esa caída, que supone la tercera, es la pasión asumida por Dios. Es la renuncia a lo terrenal y es la demanda del cumplimiento de la ley de Dios.
La imagen del Señor de las Tres Caídas es de superior valía artística que la que fuera anterior imagen de esta centenaria corporación. La de Pedro Nieto es fechada por 1632 y fue la anterior imagen que fue arrebatada a la hermandad por el párroco de Santiago. Quedando imagen vacante durante la etapa de 1660 y 1668 se decide mandar hacer una nueva al imaginero Alonso Martínez con tal suerte que llegó a ser terminada antes de su muerte.
Junto con la gran belleza que irradia el Señor de San Isidoro se junta la mejor imagen secundaria de nuestra Semana Santa: el cirineo que tallara Antonio Francisco Gijón en el año 1687, mismo año en el que se le encarga al mismo escultor las andas del paso del Señor que se perdieron en la invasión francesa.
La llegada de las Tres Caídas a San Isidoro vino a dejar el gran vacío que había en la hermandad de cocheros. Gran imagen la que vino aumentando la devoción tras los años venideros.
Fruto de esa gran devoción es la Novena al Señor que muestra una tradición muy antigua sólo equiparada por el Nazareno de Pasión y por la Virgen de los Reyes. Es una de las pocas imágenes que emanan cierto realismo llegando a confundir en algunos casos si está vivo o si es sólo una representación de la estación de la Pasión. Es un Dios vivo, penitente y es un hombre sufrido, doliente, rebajado hasta tal punto que mira agachado hacia la nada. Tiene la mirada perdida en busca de una ayuda que mitigue su cansancio. Ese compañero fiel que le ayuda todos los Viernes Santos es el solidario Simón de Cirene. Es compañero porque asiste a Jesús a soportar el peso de la cruz y el peso de los pecados que hemos cometido y que nos quedan por cometer. Él es cómplice de la ley de Dios cuyo final será la muerte de su Hijo. El Señor de San Isidro carga con todas nuestras vergüenzas internas que se exteriorizan bajo la culpa de su yugo.
Llegados al IV centenario de la fundación de la hermandad de San Isidoro queda reflejar el balance de que los valores arcaicos siguen vigentes en nuestros tiempos. Es una hermandad señera donde las haya. Rancia en el sentido meliorativo de la palabra, de refinamiento (buen gusto) por lo antiguo, por lo añejo y por conservar las viejas tradiciones. Es una hermandad cuya procesión va ejemplarmente distribuida y organizada. Seria, donde y cuando tiene que serla...en “su” Viernes Santo que nadie se lo quita por ser la más antigua...porque se lo merece.
Texto: Javier Ramos Sáez / Fotos: Francisco Santiago y J. A. de la Bandera.