Pinceladas de un Martes Santo. Moises Viretti

Tras la desagradable tarde de un lunes Santo pasado por aguas de tristeza, sin dejar sola a la rosa mas bella de ojos verdes, el martes Santo se despertaba dejando un sol de Domingo de Ramos con un renacer de azahar sin viento pero con frío. La tarde se hacia larga cuando el farol de la Parroquia de San Nicolás guardaba silencio sin ser encendido, refugiado del mismo frío tras el cristal, que tras este contemplaba a la hermanas del convento como esperaban la salida del Señor de la Salud, y una niña con devoción candelaria contemplaba la charla de músicos que en calle Vírgenes se citaban. Tras aplausos y llantos de alegría por la salida de la madre de todas las luces divinas, el farol contemplaba con envidia al prioste, al ver que tanto tocaba su bendito palio para poner fin a su labor de montaje.

Aunque el sol se escondía entre nubes altas, altos capirotes rojos de carácter sacramental se alzaban hasta el cielo por Palos de Frontera para clamar en voz alta..’’Este hombre verdaderamente era el hijo de Dios’’… y sus costaleros sonreían bajo el palio de la madre de Dios con llanto interminable, el cual, era consolado por los hermosos bordados de un manto de amor del amigo ‘’El Paquili’’. La noche cae sobre la catedral hispalense y la buena muerte de cordero se hace silencio en la Plaza de la Contratación, solo el pabilo de los cirios rompían el dicho silencio en la madrugada, con el mínimo murmullo de los asistentes….

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Foto: Israel Viretti