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Juan Miguel Vega inundó de Esperanza el Santuario de la Trinidad con su verbo cálido y profundo


 Juan Manuel Labrador. El Santuario de María Auxiliadora de los Salesianos de la Trinidad acogía, en la noche de ayer, un nuevo Pregón de la Esperanza, que alcanzaba su trigésimo primera edición. Este año, la organizadora del acto era la hermandad de la O, pero al coronarse primero la Esperanza trinitaria, y luego la Virgen trianera, decidieron en el mes de abril hacer una permuta para esta ocasión. La hermandad anfitriona en esta nueva edición de este acto tomó la acertada decisión de designar al periodista Juan Miguel Vega Leal, que con su cuidada prosa deleitó a todos los allí presentes, lanzando un verdadero mensaje de Esperanza, ahora que nos encontramos en las vísperas de la Natividad del Señor.

A las nueve y diez de la noche comenzó el acto, interviniendo primeramente la Aspciación Filarmónica de Nuestra Señora de la Oliva de Salteras, que interpretó las marchas "Soleá, dame la mano" y "Trinidad". La presentación del pregonero la realizó el conocido cofrade y estudioso de la música cofradiera Esteban Romera Domínguez, quien trazó un hermoso perfil del orador que tomaría la palabra minutos más tarde.

 Vega Leal comenzó su alocución haciendo un bello canto a los seis luceros que son nuestras Esperanzas, para, posteriormente, ir desgranando un rosario de sentimientos hacia cada una de nuestras vírgenes esperancistas. Pero antes, nos habló del Primer Pregonero de la Esperanza: "aquel pregonero se llamó Jesús, y este año volverá a nacer en el Belén de nuestros corazones cuando en el arco del firmamento, el baile de los planetas vuelva a hacer recrecer la luz a a llenar de claridad los días".

El pregonero recordó en su intervención una conocida frase, la de "la esperanza es lo último que se pierde", lo que le sirvió para preguntarse cuál sería la primera esperanza. Así nos relató su caso, señalando que en su vida, la primera Esperanza fue la Esperanza de Triana, "porque Ella era de mi propia familia, porque mi familia había bebido el agua de la Fe en la pila de Santana que Ella vigila y protege. Por eso Ella era, y aún es hoy, mi primera Esperanza, como lo fue de mi gente".

Continuó su recorrido por San Martín, a la que le pidió que oyera sus ruegos por Sevilla cuando ante sus plantas se postrase, y de allí marchó a San Roque, pidiéndole a Dios no perder nunca la Esperanza de volver a ver pasar a la Virgen de Gracia y Esperanza por la calle Caballerizas, y así recordó ese poema de Rodríguez Buzón titulado "A compás la cera llora", y se tomó la licencia de hacer suyo los versos del poeta, y adaptarlos a las
circunstancias del presente, terminando su canto con estos versos:

"Calle de Caballerizas, 
abrazo para la pena, 
pedacito de la gloria, 
paraíso en la memoria, 
cofre para la azucena. 
Devuélvenos los luceros 
y la saeta gitana, 
y el repique de campana 
sin que toque el campanero. 
Vuelve que la luna brilla, 
y cantemos alabanzas 
cuando pase esa chiquilla 
que es la Gracia y la Esperanza 
y es la Gloria de Sevilla".

En las cercanías de San Gil, visitó a la Macarena, y recordó aquella reciente mañana de Viernes Santo en la que la Señora fue girada al balcón de una mujer anciana que vivía sola en su casa, y que días antes había sufrido la desgracia de que entrase un ladrón en su domicilio. Sin embargo, nadie sabía este detalle cuando la Virgen fue vuelta a la casa de la mujer, y se preguntaba Juan Miguel Vega quién dio entonces aquella orden. Sin duda, nos habló de los milagros de la Esperanza, como milagro será ese día en el que la Virgen de la O llegue al Altozano y sea "coronada del oro de los arreboles que tiñen el cielo de Triana cuando cae la tarde del Viernes Santo".

Y llegó a la Trinidad, retrocediendo al pasado de aquel barrio que el pregonero conoce perfectamente, al ser un vecino más del lugar, y recordó a su amigo José Ángel, que era hermano de la Esperanza trinitaria, y quien presumía de tener una varita hecha por Cayetano González. Vega finalizó su intervención dándole las gracias a Dios por regalarle a aquel barrio la más bella flor que bajó de los cielos, a la Virgen de la Esperanza.

Sublimes fueron todas las palabras del pregonero, perfectamente elegido el itinerario que recorrió con su verbo cálido y genial, y sin duda, supo llegar a los corazones de todos aquellos que abarrotaban el templo de la Trinidad. Ahora nos queda esperar al año que viene, y escuchar en el templo de la O a Isabel Fayos Manzano hablándonos también de la Esperanza.

Fotos: Francisco Santiago

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