Arte Sacro
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Avenida de la Libertad del padre Leo. Gloria Gamito. ABC Sevilla


La dirección de Sevilla II, los funcionarios, los presos y la Pastoral Penitenciaria querían haberle hecho al padre Leonardo, que no sabía nada, el homenaje de ayer en vida, pero empeoró y ya no pudo ser. El día elegido fue ayer, coincidiendo con la visita prevista por el cardenal Amigo desde hace meses. La avenida por la que los presos salen o entran a la cárcel y que une los diferentes módulos fue rotulada con el simbólico nombre, y de tantas lecturas, «Avenida de la Libertad del padre Leonardo Castillo». El rótulo fue confeccionado en el taller de cerámica de la prisión, y también se ha instalado un monolito donde se colocará, más adelante, un busto de Leonardo. El rótulo se descubrió tras la misa que ofició el cardenal en la Unidad de Cumplimiento y a la que asistieron 100 internos e internas seleccionados. Don Carlos Amigo Vallejo visitó luego el módulo 10, departiendo con los reclusos.

Muy emocionante fue la entrega de un retrato del padre Leonardo, pintado por un recluso inglés, James Taylor, a la hermana del sacerdote, Lupe Castillo. Los otros dos retratos hechos por el artista se quedarán uno en la prisión y otro será entregado a Manuel Ramírez, presidente de la Fundación Leonardo Castillo Costaleros para un Cristo Vivo -que continua la labor emprendida por él hacia los más desfavorecidos- cuando se coloque el busto. A la entrañable cita asistieron unos cien costaleros, toreros y numerosos representantes de las cofradías.

Si en algo hay unanimidad en Sevilla II es en el cariño a Leonardo y en la buena labor que realizan sus costaleros. De la mano de uno de ellos, José Luis Valverde, y del capellán de la prisión y delegado de Pastoral Penitenciaria, Pedro Fernández Alejo, para quién el padre Leonardo es un modelo a seguir, recorrimos el centro y charlamos con presos y funcionarios y todos estaban de acuerdo.

Juan Manuel Ruiz García, director de la prisión donde hay actualmente 1.700 internos, dice que le conoció en el último período de su vida pero le impactó por su vitalidad, su humor y la actividad que tenía pese a estar enfermo. Considera que ha dejado huella: «La institución que represento no tiene más que agradecimiento a las personas que continúan su labor. Muchas de las salidas programadas, convivencias con internos y sus familias y acompañamiento de presos en los permisos se llevan a cabo por la Fundación». Recordó su sentido del humor, de ahí el rótulo de la avenida, y su cara de felicidad tras la banda y los reyes magos el día que se repartían los regalos.

Para Mercedes Moreno, subdirectora de Tratamiento, desde la apertura de Sevilla II Leonardo abrió sus puertas, tanto para que entrara ayuda, cultura y entretenimiento como para que los internos salieran fuera: «Él empezó la acogida institucional no familiar de forma individual cuando estaba de párroco en Cazalla en los 60 y se llevaba allí a presos de permiso. También lo hizo de forma colectiva a través de lo que se llama «salidas programadas»».

El padre Leonardo sabía ganarse hasta a las personas que quieren mantener cierta distancia con los curas y la religión. Mercedes Suárez, socióloga de Sevilla II, se confiesa agnóstica y asegura que cuando lo conoció en 1991 era reacia a trabajar con él: «Me encontré con un señor amable, afable, que se daba cuenta de tus estados de ánimo y siempre se preocupaba de los que no atendía nadie. Estaba pendiente de detalles que son importantes aunque parezcan nimios: daba dinero para cafelitos, repartía cigarritos y caramelos, y siempre estaba intentando animar la vida en prisión, no con misas sino con convivencias. Veía las actividades como un vehículo para acercar la sociedad a la prisión y enriquecía la vida de los internos». Recuerda que cuando fueron a ver a monseñor Amigo al Palacio Arzobispal ella le dijo de broma que no iba si no había café y pastas: «La sorpresa fue que en las mesas había café y té, que nos sirvió el cardenal, pasteles y pastas».

Francisco Márquez Salaverri, subdirector del Hospital Psiquiátrico Penitenciario, recuerda su humildad y que era un «conseguidor» que lograba todo lo que se proponía «hasta hacer una corrida en Sevilla II metiendo los toros con una grúa», y cómo su sobre, en el que guardaba el dinero que le daban para sus obras, era milagroso y «nunca se acababa». Con inmenso cariño lo recuerdan Gabriel Vilches. subdirector de la Unidad de Preventivos, María José, maestra de escuela, a quién Leonardo casó y bautizó a sus hijos, y Pedro, el educador, que dice que tenía un enorme carisma y un don para acercarse a los profesionales y desarmarlos. Juan, de Ingresos, dijo que no hay palabras para definir lo que hizo: «No paraba y en el cielo está haciendo cosas».

Mas info en: www.abc.es/sevilla










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