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Jueves pastoreños. Los estandartes de la Divina Pastora. Francisco Javier Segura Márquez


Aprovechando la preponderancia que, durante todo el mes de Octubre, tiene la devoción al Santísimo Rosario y su materialización en diferentes enseres que, especialmente en este tiempo, son contemplados por las calles o venerados en los templos de la ciudad, este Jueves Pastoreño quiere ahondar en los estandartes de la Divina Pastora como insignia representativa y objeto de culto callejero para nuestra Corporación, que desde su propia génesis ha venerado con especial fervor los estandartes de la Divina Pastora de Nuestras Almas, que la representan y ensalzan en todo tiempo y lugar donde se encuentren expuestos a la devoción de sus fieles.

 

Desde la fundación en 1703, la propia representación primigenia pictórica de la Divina Pastora fue concebida a modo de estandarte misional, concibiéndose como insignia que, de fácil manejo por el predicador capuchino, sirviera de altar itinerante en su sencillez para la alabanza panegírica del orador franciscano. El propio Fray Isidoro, antes del día 8 de Septiembre de 1703, cuando presentó a todos el llamado “lienzo primitivo”, lo concibió para ser portado y estrenado en un rosario público, al que dotó de enseres y enriqueció con un estandarte de tela sobre el cual, amén de la pintura, prendió flores contrahechas y otras preciosuras para adornarlo efímeramente, mientras se elaboraba el primer estandarte “de plata de martillo”, que sirvió para colocar el lienzo primitivo. 

Esta insignia, realizada por cuestación popular de donativos y metal entre los devotos de la Divina Pastora, debió enajenarse durante el siglo XIX, perdiéndose con esta venta la memoria de una insignia histórica. Fray Isidoro, durante toda su vida, lo procesionó, portó y ostentó, vistiéndolo de cintas de vivísimos colores que, hoy trasmutadas a la bicromía azul y blanco, siguen adornando el estandarte “del Duque de Osuna” en la Solemne y Triunfal Procesión de Gloria y Alabanza del Tercer Domingo de Septiembre.

 

Este que mencionamos debió ser el siguiente en realizarse. La fecha emblemática de su estreno (15-8-1732) nos habla del esplendor que alcanzó la Procesión y de la importancia que la presencia de la Familia Real en Sevilla, con don Felipe V y doña Isabel de Farnesio, tuvo para configurar esta riqueza áulica en torno a la Divina Pastora de Santa Marina. 

El Estandarte de Gala, como también se le conoce, según nos consta por tradición y por la bibliografía clásica, fue una donación del VII Duque de Osuna, don José María Telléz-Girón y Benavides, fallecido en 1733 en Madrid. Este Grande de España, que había acompañado a Felipe V en todas sus grandes victorias de la Guerra de Sucesión, y que había sido embajador extraordinario de Sus Majestades para solicitar la mano de la esposa del malogrado Rey Luis I (que solo ostentó el título por nueve meses mal contados), quiso dejar con este Estandarte de Gala el regalo que, quizás por lo elevado del protocolo real, el Rey no había podido hacer personalmente. 

Podemos afirmar, sin embargo, que procediendo de Téllez-Girón la donación del mismo Estandarte, alcanza el anillo más estrecho de la corte, en el que sólo tenían lugar de gracia unos cuantos títulos españoles y algunos parmesanos, por gracia de la Reina Isabel de Farnesio. La pieza, restaurada en 1953 y en 1992. 

 

Portaba en su origen una magnífica pintura -pocas veces ponderada para su grandeza- realizada, según antiguo conocimiento, por el propio Tovar, en su etapa de acompañamiento de la Corte en Sevilla, a cuya ciudad volvió el higuereño en su etapa de madurez. Las medidas de dicha insignia (232x124 cms.) sobreponen la de muchas de su mismo estilo y carácter, lo que convierte al Simpecado de Gala en una pieza excepcional. Su paño, de terciopelo azul bordado en plata, pende de vara de plata del siglo XVIII, cuya cruz de remate fue recuperada en breves fechas gracias a las gestiones de nuestro hermano don Francisco Gordillo León. 

Muy poco tiempo más tarde, entre los años 1735 y 1766, la Hermandad estrena los Simpecados de Hombres y Mujeres para el Rosario, habiendo conservado uno de ellos y encontrándose el otro en paradero desconocido desde que fue cedido para una exposición permanente de la Divina Pastora a mediados del siglo XX. En el archivo conservamos la papeleta que contiene las firmas de los autores del Simpecado de Mujeres. La papeleta afirma que fue costeado por “doña Petronila de la Mermega y bordado por los esclavos Clemente de Aragón y María Cabezas”. Es de estilo rocalla tardío, con espejuelos y otras incrustaciones, y muestra en sus picos los corderos y el rosario que lo identifica plenamente con su fin y empeño. Hoy día no conserva su pintura original, que hoy figura traspasada al Simpecado que hoy conocemos como “de los hombres”, cuya datación es más confusa. 

De nuevo, en fechas muy cercanas, a finales del primer tercio del siglo XIX, la Hermandad estrena o interviene en dos nuevos Estandartes marianos, uno de ellos sí propiamente bajo la denominación de “Simpecado”, como veremos a continuación. El primero de ellos, conocido como el “Simpecado de Hombres” ha cedido en su sinuosa figura un sitio a la rectitud de los patrones decimonónicos, y tiene perfiles completamente rectos y una decoración mucho más liviana, amén de acoger en su centro un espacio liso para el óvalo de la pintura, hoy ocupado por el lienzo del rosario de Mujeres, cuya filiación completamos ahora asignándolo al taller de Bernardo Germán Llorente, sobre cuya factura pictórica se prendieron, otrora, aplicaciones de orfebrería en plata en calidad de atributos. Tras la pintura aparece una inscripción en la que figura la colaboración de don Manuel del Real como mayordomo en su restauración allá por el año 1835. Este dato nos recuerda el decisorio papel que, como recuperados de las tradiciones de la Hermandad, tuvo el mayordomo tirador de oro, cuyo linaje, hoy representado por los Rodríguez, sigue manteniendo el honroso oficio de la artesanía sacra, sirviendo a Hermandades de toda España para honra de nuestra Corporación, a la que más estrechamente se mantienen vinculados desde hace más de 250 años por documentación fidedigna.

 

El segundo es el antedicho “Simpecado de los Maestrantes”, estrenado en 1833 para conmemorar el Voto Concepcionista que la Hermandad realiza en unión de la Real Maestranza de Caballería, con la que le unían vínculos estrechísimos desde su fundación, dado que, tanto en la reorganización de la Maestranza como en la fundación de la Hermandad intervinieron los linajes del Águila, Montefuerte, Motilla y Lebrija, unidos entre sí de tal modo que es harto complicado enumerar las sucesiones de estos títulos separándolos entre sí. El “Simpecado de los Maestrantes”, que hoy luce en la réplica que desde 2014 posee la Hermandad, donada por nuestro hermano don Álvaro Martín González, es una insignia con dos picos sobre damasco celeste (la réplica luce sobre seda) que tiene bordada la inscripción CONCEBIDA SIN PECADO ORIGINAL, dos jarras de azucenas y doce estrellas, todo ello en hilos de plata con algunos toques en sedas. La réplica, que realizó el taller de Bordados Santa Clara, regentado por don José Luis Sánchez Expósito, ha sido el último Simpecado que ha estrenado la corporación, sacándolo hoy día en su cortejo sobre la vara del Simpecado de Mujeres. 

Los Estandartes de la Divina Pastora testimonian el amor ferviente profesado por la Hermandad a su titular, ofrendando para su difusión y apostolado estas riquísimas insignias que siguen enriqueciendo su patrimonio y hoy han protagonizado la publicación. Desde aquí damos las gracias, infinitas y eternas, a todos los hermanos y devotos, de todas las clases sociales y procedencias, que un día entregaron un donativo para la factura de los mismos, que siguen siendo, casi tres siglos más tarde, honra de la Corporación y gozo de los que veneran a la Santísima Virgen bajo el título amoroso de Pastora.










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