Arte Sacro
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Fiat Voluntas Tua. Irene Gallardo.


 Al igual que todo cambió  desde que la Santísima Virgen dijo al Angel del Señor aquel primer “Fiat Voluntas Tua”,  aquel “Fiat” que atormentaba a Unamuno y que nuestros labios repiten una y mil veces a lo largo de nuestra vida cada vez que hablamos al Padre con la oración que  Cristo nos enseñó, todo cambió para la humanidad con aquel otro “Fiat Voluntas Tua”, mudo, que la Madre de Dios pronunció a los pies de la Cruz, ante la flacidez moribunda de las carnes de su Hijo y el último aliento de su pecho. A partir de aquel instante, ya nada sería igual.

El primer “hágase”, que pronunciase aquella dulce Doncella de Nazaret, en la tibia luz de la estancia y ante la presencia de Gabriel, continúa presente en la historia del mundo, pese a los siglos transcurridos. Así lo apreciamos en el reflejo de unos ojos castaños, en la dulzura de unas manos que sostienen con firmeza el Libro de las Profecías, en la mirada ensimismada y reflexiva de su rostro sereno, toda vez que las dalias, las camelias o el discreto pensamiento,  atusan sus pétalos en los albores tibios del otoño y la luz que hace cómplice de los silencios y las calles, declinando su intenso colorido en atardeceres de repentina presencia.

Nadie advertiría a aquellos cofrades, locos de amor a María, que desde que pronunciaran su particular “Fiat” en 1617 de la mano de Alfonso Ximénez Batres, que no siempre los vientos serían propicios para  la obra iniciada, que habrían de ser fuertes para mantener su fe y su devoción mariana, ante los expolios, las epidemias, las invasiones, la ruina y el olvido. Esos “esclavos”, que en nombre de la Encarnación del Verbo Divino, erigieron algo más que una Hermandad en pleno siglo del barroco, se comprometieron desde su primer “hágase”, a rendir culto a la Madre de Dios, a contribuir con la Iglesia y vivir en comunión perfecta con los Hijos de Asís.

En la Historia de esta Esclavitud, que nunca se quedó sin hermanos a lo largo de su existencia, figuran con letras de oro, nombres de cultos y eruditos hombres que de alguna manera estuvieron relacionados con la misma, Bermejo, González de León, Pizarro, Domínguez y hasta Morgado.

Pero la ciudad y los hombres tienen la memoria flaca.

Todo lo que fue esplendor y magnificencia, se fue tímidamente apagando como consecuencia de las diversas vicisitudes por las que tuvo que atravesar esta devota “Esclavitud”, hasta languidecer en sus cultos y procesiones, quedando para la remembranza de los que lo vivieron aquel Corpus de 1927, en que la Señora de la Encarnación deslumbró con su belleza serena, a una urbe que se disponía a orar a Dios en la cuna de plata que para Él, hiciera Arfe.

Setenta y nueve años hubieron de transcurrir, para volverte a ver derramando bendiciones por las calles de un barrio del que jamás saliste, Señora, tan sólo para visitar la Parroquia que hoy llora lágrimas de abandono y olvido.

A Ti Señora, que fuiste el primer Sagrario de la historia de la humanidad, hubo de ser la Hermandad que rinde culto a Cristo instituyendo la Eucaristía, la que te rescatase del letargo de la omisión y la indiferencia, otorgándote de nuevo lo que nunca hubo de faltarte Madre, cultos, devoción y procesión.

Quede para la historia de la ciudad y de sus moradores, aquel propósito hecho realidad que la Cofradía Sacramental de la Sagrada Cena, se propuso en los albores de 1997, justo cuando el siglo que trajo el manto del olvido a tu devoción, Encarnación, tocaba a su fin, la Providencia Divina quiso acunarse en tus manos devolviéndote a la piedad popular, bajo la protección de estos cofrades del Domingo de Ramos, que te rinde honores de Titular y de venerada devoción heredada.  

Madre Santa, permite a esta humilde y mariana cofrade, dejarte el lirio de mi verso al concluir estas letras, con el recuerdo que de ti figura, en ese canto de amor que quien te habla hizo en las calendas de Mayo, en honor a Tus Glorias.

“Y el Verbo se hizo hombre, con Humildad y Paciencia.

Se despidió de los suyos con la última y amarga Cena, pero su recuerdo está en la Sangre de tus venas y en tus benditas entrañas. Bendita Virgen María que en los Terceros habitas. Hoy te acoge esa Hermandad que con inmensa ilusión te da culto y procesión. Aunque los tiempos pasaron, tú sigues siendo mocita de renovada belleza, sigues leyendo las letras de tus Profecías inscritas, en ese pequeño libro que eternamente meditas. Alza tu faz un instante y danos tu bendición, Señora de dulce rostro, María de la Encarnación”.

Irene Gallardo Flores
Pregonera de las Glorias de María 2008

Foto: Francisco Santiago.










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