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A través del antifaz. La Luz del Amor. Alberto De Faria Serrano


 ¿Quién escucha a Dios? ¿ Cómo habla Dios, y a quién? En algún momento todos nos planteamos esta pregunta y la respuesta la encontramos siempre en el Salvador. Allí se hace patente. Dios habla a todo el mundo. Constantemente. La cuestión no es a quién habla, sino cuándo y cómo le escuchamos. Se expresa por medio del sentimiento. Ese sentimiento personalismo que sólo procede del lenguaje del alma . Si quieres saber hasta qué punto algo es cierto para ti, presta atención a lo que sientes alrededor del portentoso Crucificado de Juan de Mesa.

A veces los sentimientos son difíciles de descubrir y, más aun, de reconocer. Sin embargo, en los más profundos sentimientos, se oculta la verdad de cada uno . ¿Cómo llegar a ellos? Contemplando al Cristo del Amor, suele pasar que te los presenta descarnados. Desprovistos de todos sus adherentes y conservantes. Alejado de todos sus circunstancias influyentes. Ni le hace falta más palabra que el silencio cadencioso del transcurso del tiempo -ese mismo que se detiene pavorosamente-. O que el azaroso devenir de los susurros de los que aguardan o rezan alrededor. Ese recogimiento es el símbolo de la disertación divina. El haz de luz que se proyecta en diagonal desde la cúpula de la Colegial, es el signo de la cátedra existencial. Es la Insignia que abandera la tesis más hermosa que Dios pudo haber creado en el Universo. Mucho más que la verdad. Aunque las palabras pueden ayudar a uno a entender algo y la experiencia permitir conocerlo, sin embargo, hay algunas cosas que uno no puede experimentar más que por el cauce adecuado o al estar delante del Cristo del Amor., como en su Besapie de hace algunas semanas.

Muchas palabras pueden ser pronunciadas por otros en su nombre. Pero ninguna como la producida por ese divino flechazo luminoso que cae a plomo y certero, con la precisión de un arquero medallista olímpico, sobre el corazón del Cristo del Amor. El Amor con mayúsculas. Este es el sentimiento más grandioso creado sobre la faz de la Tierra. Alegría, Verdad, Amor; son tres esencias intercambiables, y cada una lleva siempre a las otras. No importa en qué orden se encuentren. Tú mismo las ordenarás cuando en once noches lo veas subir por la rampla hasta su definitiva morada.

Foto: Juan Alberto García Acevedo.

  










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