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01/08/2005 - De
Frente: Expediente por contar la verdad. Morales Bermudo
Uno, en su ingenuidad, creía que los
tiempos habían cambiado, que estábamos en una sociedad moderna,
plural, tolerante, donde se respetasen las libertades. Uno, en su
ingenuidad, creía que como las cofradías y los cofrades formamos
parte de esa sociedad (mal que les pese a más de uno), este tipo de
cuestiones formarían parte del devenir diario de las hermandades.
Muchas veces se nos llena la boca de decir que nuestras
corporaciones nazarenas son ejemplos de democracia desde hace
siglos, que a los dirigentes los han elegido los cabildos generales
de hermanos, con libertad de voto, muchísimo antes que la sociedad
civil le reconociese el derecho de sufragio a los ciudadanos para
designar a los que han de gobernarles. Sin embargo, este aspecto
formal, que habría que poner en duda (cuántos cabildos se manipulan,
cuantas elecciones se decantan por misteriosos votos de hermanos que
nadie conoce y que aparecen el día de ir a votar y luego desaparecen
del censo…), no se ve acompañado muchas veces por otros derechos y
libertades inherentes a la democracia.
Que hoy en día se mantenga la discriminación para que las mujeres
puedan participar en la salida procesional como nazarenas en unas
pocas hermandades es una situación que no es de recibo. Aunque están
el ánimo de todos, las citaré: El Amor, Las Penas, El Baratillo, La
Quinta Angustia, El Valle, Pasión, El Silencio, El Gran Poder, El
Calvario, San Isidoro y El Santo Entierro. Once corporaciones que,
haciendo caso omiso a lo que desde el arzobispado se les indica,
desafían no ya a las directrices de la Iglesia Diocesana, sino a la
propia razón, en algunos casos, como en El Amor, Las Penas, El
Valle, Pasión, El Silencio, El Gran Poder y El Santo Entierro, sin
ni siquiera atreverse a convocar los cabildos generales para dejar
que sus hermanos opinen al respecto.
No puede por lo tanto, extrañar que suceda lo que ha pasado con el
hermano de una de estas corporaciones, el periodista Antonio
Delgado-Roig, al que la Junta de Gobierno de su Hermandad del
Silencio ha abierto un expediente por cumplir con su obligación
profesional y de cristiano, al contar la verdad sobre una solicitud
de un grupo de hermanos de dicha cofradía para que se reintegre en
el patrimonio de la hermandad la antigua dolorosa, depositada en
casa de Eduardo Ybarra Hidalgo. Parece increíble, pero ha sucedido.
Nos enteramos el pasado domingo 31 de julio en las páginas de ABC
por medio de José Cretario (curiosamente otro medio donde trabaja
otro hermano del Silencio no se hizo eco, ¿valen más las relaciones
personales que el compañerismo?) de la noticia que, en pleno siglo
XXI, tiene más tintes inquisitoriales que otra cosa.
¿Acaso Antonio Delgado-Roig ha incumplido algún deber como hermano?
¿Ha revelado algún secreto de cabildo? ¿Ha ido en contra de los
intereses de su hermandad? Creo que la misma respuesta, un
gigantesco “NO” es la que cabe a las tres preguntas.
Subyace un enfrentamiento interno en todo el asunto, que deriva de
las últimas elecciones. El candidato continuista, José Manuel Peña,
apoyado por el hermano mayor saliente, Joaquín Delgado-Roig, se vio
en principio sorprendido y luego derrotado por la formación de otra
candidatura, encabezada por Antonio Rodríguez Cordero. En la misma
se contaba con el apoyo de la familia Ybarra (materializada luego en
varios miembros de la Junta con ese apellido). Desde la candidatura
de Peña, parece que se acusaba a la de Cordero del secretismo con
que se realizaron las operaciones, y de no haber querido alcanzar un
consenso para que se presentase una sola candidatura, dejando
abierta una puerta para que ambos en el futuro se alternasen en el
cargo de hermano mayor al que optaban.
Ahora, a los pocos meses, el apoyo de la familia Ybarra a los
gobernantes se ha traducido en la solicitud de este grupo de
hermanos de devolución de la antigua dolorosa, ya que la misma fue
cedida para estar al culto, y no en el patio de la casa de la calle
San Vicente, 52. Se trata, quizás, de “castigar” a la saga,
despojándole del más preciado icono que poseen, pero, al mismo
tiempo cumpliendo lo pactado en su momento cuando la hermandad se
desprendió de la imagen.
Publicar una información sobre esa solicitud ni daña a la hermandad,
ni le falta el respeto a nadie, ni puede ser objeto de ninguna
sanción. Abrir un expediente por eso sí que daña a esa hermandad y
le falta el respeto a Antonio Delgado-Roig, y a toda la profesión
periodística, a la que se la puede cuestionar en otro tipo de
aspectos, como desde esta misma página hago de vez en cuando (mala
información, interés particular en algunas personas o hermandades,
subestimar a determinadas corporaciones, sobredimensionar lo
relativo a algunas cuestiones sin interés, etc.), pero nunca por
contar la verdad.
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