Las vísperas también se vivieron en Heliópolis, Triana y Pino Montano. Fernando Carrasco. ABC Sevilla
Si hubo nazarenos en tres barrios distantes de la ciudad, también se pudieron contemplar ayer otras tantas salidas procesionales que son ya clásicas en este Viernes de Dolores en Sevilla.
En Pino Montano, la agrupación parroquial de Nuestro Padre Jesús de Nazaret y María Santísima del Amor volvió a dar otro ejemplo de lo que es hacer hermandad en un barrio periférico y alejado del casco histórico. Pero todo cambia cuando llega la tarde del Viernes de Dolores. Ayer se puso de nuevo de manifiesto con el impresionante misterio de Nuestro Padre Jesús de Nazaret, uno de los grandes «barcos» de estas vísperas. La plaza en la que se encuentra la iglesia de San Isidro Labrador se llenó por completo. Gente del barrio, vecinos que volvieron aunque ya no viven ahí y personas de otros que no quisieron perderse el andar de este paso. Lo mismo que con el bellísimo palio de María Santísima del Amor, que estrenó el bordado de las bambalinas laterales.
A la misma hora se abría la puerta de la iglesia de San Antonio María Claret. Salía a la calle, recorriendo Heliópolis, la archicofradía del Cristo de la Misión, otro misterio de una gran calidad. Antonio Santiago y su hijo, que debutó la pasada Semana Santa, mandaron el paso que representa a Jesús camino del Calvario entre el olor a azahar que desprenden los naranjos dispuestos por las distintas calles de este barrio.
Los sones de cornetas y tambores quedaron callados en Triana con Pasión y Muerte. Esta agrupación parroquial ha dado muestras de que una corporación «de negro» también tiene cabida en un barrio como el trianero. Impresiona la forma de salir de la imagen de Navarro Arteaga, totalmente horizontal, para irse erigiendo. La capilla musical sobrecoge y todo se queda en silencio. Un año más se obró el milagro en Triana.