Arte Sacro
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El Belén con más vida. Mariano López Montes


Dedicado al Dr. Perez Bernal y a los constructores de la ilusión.

Sí, porque este año de nuevo la Navidad se acerca, entre muchas cosas llenas de verdad, nos sumergiremos en la vorágine de la fiesta y el consumo. Ese señor nórdico de apretados kilos  que jamás hace régimen, con cabellera y barba canosa, que viaja en reno y se cuela por las chimeneas con su risa, un tanto escandalosa, que se coló hace años en nuestra cultura, parece que está un poco a la deriva, dejando paso a lo nuestro, a lo tradicional de los niños de mi época, los belenes, con su río de plata chocolatera, los pastores, cómo no, los Reyes Magos que gustaban hasta  a los que nunca fueron monárquicos, y cómo no también, el Niño Dios, en su humilde y pobre nacimiento.

Imágenes que recreaban la humanización de la venida del Mesías y que tomaban vida en sus modestas o elaboradas figuras de barro y otras con menos presupuesto, de plástico. Estas figuritas tomaban vida siempre a mediados de Diciembre y solían morir en el olvido, bien pertrechadas en sus cajas entre la paja o el papel, con la llegada de “Los Magos”, allá a principios de Enero, viviendo su letargo hasta el próximo año.

Como todo en esta ciudad se ha ido transformando con el tiempo, se han perfeccionado modelos y estilos, el comercio se ha incrementado, instituciones mercantiles, comerciales y bancarias han pugnado por ofrecer la recreación del mítico Belén con toda la ostentación posible, rivalizando el buen hacer de los modernos artistas, que se  les llama Belenistas.

Pero entre todos los que proliferan y a la vez alegran la vida de esta ciudad, hay uno que brilla con luz propia  desde hace ya quince años, porque  sus figuras nunca tendrán fecha de caducidad, porque aunque nuestra vida termina con la muerte, a ellos les ha tocado el gran don  de tener una segunda oportunidad.

A estos constructores, pero a la vez actores, del Belén les ha tocado representar un personaje en el mismo: así, Rafael, Paco, Pepe, Manolo, Manuel, José Luis, Isidoro, Kenny, Antonio, Valdivia, Alicia y otros más, se repartirán los diferentes papeles para formar este mensaje lleno de vida y sobre todo de esperanza; serán pastores, lavanderas, magos de oriente, o tal vez soldados del rey Herodes, o quizás éste, cada vez más de moda de origen catalán, que siempre anda con el vientre algo suelto.

La diferencia de estos personajes con otras figuras de otros belenes es que ellos están vivos, creen en la vida y luchan por ella, y gracias a la generosidad de otros seres anónimos que les dieron una parte de ellos y que les infundieron a su vez parte de su alma, que ya es parte de ellos mismos, cobran realismo, vida y movimiento para ofrecernos, un año más, este mensaje construido con herramientas que no pueden ser otras que el altruismo, el amor, la solidaridad,  la generosidad , la bondad y otras cuantas,  que todos sabemos y  que no siempre practicamos.

Con todos estos instrumentos  y no sólo con vuestro arte, construís año tras año este mensaje lleno de vida, que la sigue pregonando junto a la esperanza del resplandor de aquel Mesías que nos acaba de nacer. 

Hombres y mujeres nuevos que han vuelto a nacer gracias a la solidaridad de otros, que quizás nunca conocieron, pero que ya forman parte de ellos mismos, agradecimiento sin necesidad de dar las gracias a esta nueva forma de ejercer el amor y la generosidad.

En este Belén nunca podrán faltar el amor a esta su ciudad que se llama Sevilla y por supuesto la recreación de un monumento de la misma, en el que mediante el ingenio, la imaginación y ciertas dosis de fantasía, vuelve a nacer cada año El Niño Dios. Este año le tocará tal dicha al edificio del Laboratorio Municipal y especialmente a la portada de la Iglesia Trinitaria, hoy basílica de María Auxiliadora.

El tradicional pesebre  se trasladará y cobrara vida en las inmediaciones de aquellos Salesianos donde pasé y empecé a vivir mis recuerdos de infancia, y aquel Ambulatorio, hoy Centro de Salud, donde empecé, hace ya algunos años, a ejercer mi carrera. Gentes que vienen, que van, gentes que esperan al autobús urbano, niños que acuden a los colegios de la zona, vendedores y comerciantes, se conformarán por este año en habitantes de aquel pueblo palestino que se llama Belén, en el que, por el influjo de la magia que han sabido infundirle sus constructores, tendrá la inmensa suerte de convertirse la Puerta Osario de esta nuestra Sevilla.

Y, cómo no, hay un personaje por asignar y creo que debe desempeñarlo el amigo y colega Pepe Pérez Bernal. Sé tus preferencias por el Rey Melchor y tus recuerdos y orgullo de haber tenido contacto con tan insigne y real personaje cuando una noche lo acompañaste por esta ciudad con tu ejército de pajes que habían sufrido en sus carnes ese segundo nacimiento.

 Se el orgullo que supone para ti el colocarte en la solapa esa insignia que te concedió el Ateneo y que ya forma parte de ti para siempre. No, amigo Pepe, ese papel real ya estaba dado en esta ocasión y te ha tocado encarnar a otro personaje que jamás puede faltar en un Belén, y me refiero, nada más y nada menos, a aquel Ángel del Señor que se aparecía a los pastores, y les decía: “No temáis, porque  aquí os doy buenas nuevas de gran gozo que serán para todos” (Lucas II, 8-12).

Y quien mejor que tú, que unida a tu bondad natural has tenido esa oportunidad de anunciarnos, desde hace años, ese mensaje al principio incomprendido de que donando una parte de nosotros mismos, seremos capaces de crear nuevas vidas, de luchar contra la enfermedad y de vencer a una muerte con las únicas armas del amor, la fraternidad y la solidaridad.

En esos belenes que veíamos de niños siempre nos impresionaba allá arriba en una gruta hecha de corcho la figura de aquel ángel que aparecía por caprichos de la luz y desaparecía al amanecer;  qué paralelismo con la labor que vienes realizando desde hace años: el dar luz y convencer a mentalidades anquilosadas que consideraban tabú ciertos temas de nueva aparición, al aunar y potenciar a estos hombres no como enfermos sino como seres vivos que, gracias a nuestra Medicina, se les ha regalado una segunda oportunidad de ser hombres y mujeres adaptados de pleno a nuestra sociedad.

Tu mensaje ya no aparecerá y desaparecerá en la gruta de corcho según la iluminación, porque tus palabras y obras están actualmente vigentes dentro de nuestra sociedad y han calado hondamente en las nuevas generaciones, lo que garantiza el futuro.

El próximo día ocho entre el silencio conventual de las que allí moran, nacerá un año más y con luz propia  este nacimiento que siempre seguirá siendo un monumento a la vida.










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