Liturgia. La Liturgia de la Palabra (VIII). Jesús Luengo Mena

Terminamos en este artículo la serie dedicada a la Liturgia de la Palabra haciendo alguna observación y algunos consejos prácticos para los lectores.

Así, se debe hacer reverencia profunda en el Credo Nicenoconstantinopolitano o Símbolo en las palabras y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre: si se trata del  Credo Apostólico en las palabras que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de santa María Virgen, arrodillándonos durante esas frases si es la solemnidad de la Natividad del Señor o en la solemnidad de la Anunciación del Señor.

Sobre los lectores, algunos consejos prácticos. Como norma, hay que elegir para hacer las lecturas a personas que pronuncien bien, que lean sin precipitación, que transmitan serenidad, haciendo las pausas que marcan las comas y los puntos. Deberían leerlas antes, por si hay palabras de difícil pronunciación. Evitar la improvisación. Debe evitarse el uso de hojas sueltas, leer en el Leccionario es más significativo. La megafonía es importante que esté bien instalada y cumpla su función.

Cuando hay dos lectores que se reparten las lecturas es mejor que suban los dos a la vez, hacen reverencia al altar y se retiran de igual modo.

Todo texto que esté en rojo no se lee (rúbricas). No se debe decir PRIMERA LECTURA y similares. Al acabar la lectura se dice, mirando al pueblo: PALABRA DE DIOS y no otra cosa, sin añadir nada.

En la Oración de los Fieles es mejor un intencionista que muchos. El intencionista sube al presbiterio haciendo la debida reverencia, espera a que el sacerdote introduzca la oración y, acabadas las peticiones, debe esperar a que el presidente pronuncie la oración conclusiva para retirarse. No se olvide que esta oración, cuando sea compuesta para la ocasión, siempre se dirige al Señor.

Foto: Juan Alberto García Acevedo.