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El turismo en la Semana Santa sevillana de finales del XIX. Libros de viajeros, mapas, guías turísticas y cartelería. Mariano López Montes


“Turismo es el conjunto de relaciones y fenómenos que se producen como consecuencia del desplazamiento y estancia temporal de personas fuera de su lugar de residencia, siempre que no esté motivado por razones lucrativas”

Hunziker y Krapf

José María Lobo Almazán. Investigador

Mariano López Montes. Doctor en Medicina y Licenciado en Antropología Social

Es difícil sintetizar en pocos renglones e incluso en pocas páginas la importancia que siempre ha tenido nuestra Semana Santa para el sector turístico, un sector que a nivel nacional siempre ha estado lleno de luces y sombras, pero que se consolida a partir de los años sesenta del pasado siglo, y del que no debemos de caer en la tentación de olvidar, que el mismo tiene un pasado histórico.

Un tiempo ya sucedido, donde el turismo no siempre ha existido como lo conocemos en la actualidad, pero que se ha llevado a cabo en todas las civilizaciones, épocas y culturas, haciéndose desplazamientos voluntarios con fines diversos, no pudiéndose catalogar los mismos, antes de los siglos XVI y XVII, como movimientos por ocio y recreo. En el mundo antiguo está demostrado que ya existieron viajes motivados por distintas causas y fundamentos, desde el deseo de explorar nuevas tierras hasta el comercio; pero es la revolución industrial, la que marca ese momento donde se desarrolla como actividad económica, consolidándose la burguesía como clase dominante, con recursos económicos y disponibilidad de tiempo para realizar viajes.

Sin embargo, el turismo con las características actuales comienza a desarrollarse en la segunda mitad del siglo XIX, siendo 1841 para todos los estudiosos, el año más memorable en la historia del turismo, y Thomas Cook [1], con sus aportes a la actividad turística, la persona que más contribuyera a acelerar el desarrollo del turismo en todo el mundo. En España entra Cook con sus circuitos turísticos organizados en 1872, haciéndoles comprobar a todos los visitantes cómo al recorrer el país se seguían las huellas de los tópicos creados por los viajeros románticos. El tour se detenía en Madrid, para seguir hasta Andalucía donde realizaba paradas en Sierra Morena, Córdoba, Granada y Sevilla, terminando por Valencia y Barcelona.

De esta forma entraba Sevilla en una nueva andadura turística [2] , uniéndose a la ya existente y en las que de una u otra forma se repetían los términos “turismo” y “turista” procedentes de Gran Bretaña (1746-1760) y con raíces del latín “tour” de la que deriva “tourisme”. Al Reino Unido también se le debe un elemento muy importante para el desarrollo de esta actividad en auge, como fue en su momento la edición de libros de viajeros, siendo Henry Swinburne [3], tras un viaje por España, quien por primera vez se atreviera a escribir un libro de viaje titulado “Travels through in the years 1775 and 1776”, editado en Londres en 1779. Tras este libro y recientemente publicado en facsímil, se publicó en 1810, también en Londres y del mismo autor, una vez fallecido éste, “Picturesque Tour through Spain”, dando paso a una gran cantidad de libros de viajes debidos a plumas de diferentes países y de los que habría que destacar los escritos por autores franceses, tanto por su calidad literaria como por la cantidad, extensión y variedad de sus viajes; contabilizándose en el año 1993, según María del Mar Serrano, 441 obras de viajeros franceses frente a 326 en inglés y 129 en alemán [4].

En esta misma línea pero editados en un tamaño pequeño, ligero, práctico, útil y fácilmente transportable, nacieron para convertirse en compañero ineludible de cualquier viajero, las guías y los mapas, indispensable para la organización de cualquier salida del entorno habitual. Como había ocurrido en otras facetas, España no fue pionera a la hora de elaborar guías propias, figurando como una de las primeras la editada en Gran Bretaña por John Murray en 1845; no viéndose en España hasta 1892, cuando aparece la primer guía de este estilo, la “Guía de España y Portugal”, escrita por Eduardo Toda [5]. El uso de mapas y planos en estas obras era generalizado, incluyendo no solo un mapa de comunicaciones de la península, sino también mapas parciales de ferrocarriles y carreteras y planos de las poblaciones y monumentos más importantes; abriéndolo siempre un prólogo donde se afirmaba que era una guía de uso fácil y rápido, y una buena compañera del viajero; y a continuación le seguía en todas las publicaciones una introducción, donde trataban temas generales del país con su lengua, moneda, medios de trasporte, historia, arte, costumbres y peculiaridades de la población.

Sin lugar a dudas fue el siglo XIX y sobre todo el “Romanticismo”, la época dorada de la literatura de viajes en general, elevándose el género a lo más alto, pero, aun cuando todos estos métodos de expresión ayudaban en gran medida al desarrollo del turismo a nuestra ciudad, fue decisivo para el mismo la publicación de guías de Sevilla y la promoción que el Ayuntamiento empezó a hacer con la confección de carteles anunciadores de las fiestas.

Con respecto a las Guías de Sevilla publicadas en los años finales del XIX, no podemos dejar de mencionar las publicadas anualmente por el reconocido don Manuel Gómez Zarzuela, quien en 1865 publicó la primera, junto con la memoria de la administración municipal del bienio 1863-1864; la publicada en 1872 por don José Guillermo Fernández, titulada “Guía del Viagero en Sevilla”; o la de don Saturnino Calvo, impresa en Madrid en 1888, titulada “Bocetos de Semana Santa y Guía de Sevilla” ; pero, en esta ocasión nos vamos a detener en la publicada por don Vicente Llorens Asensio en 1899 y titulada “Sevilla en la mano: manual del viajero”. En ésta, tras hacer un recorrido por todo lo visitable en la ciudad, dejaba para su final todo lo concerniente a las fiestas de primavera, describiendo y promocionando la Semana Santa [6].

Comenzaba diciendo que las ceremonias religiosas se iniciaban el Domingo de Ramos con la celebración en la Catedral de una curiosa función, a las ocho de la mañana, consistente en bendecir palmas y ramos de oliva para repartirla al público y a los señores canónigos y beneficiados, quienes llevándolos en la mano formaban una procesión que presidida por el Arzobispo daba vuelta al templo por las gradas altas. Después, mencionando los nombres de los Sagrados Titulares de las cofradías, las iglesias de donde salían y una pequeña reseña de las mismas; las relacionaba según los días de su salida: Domingo de Ramos, Hermandad de la Estrella, Los Negritos, Cristo de las Aguas y Amargura; Miércoles Santo, Sagrado Prendimiento, Cristo de Burgos, Siete Palabras y Sagrada Lanzada; Jueves Santo, San Bernardo, Jesús atado a la Columna, Oración en el Huerto, Quinta Angustia, Coronación de Espinas y Pasión; Viernes Santo Madrugada, Nuestro Padre Jesús Nazareno, Jesús del Gran Poder, Esperanza Macarena, Cristo de las Tres Caídas de Triana, los Gitanos y Cristo del Calvario; Viernes Santo por la tarde, Carretería, Soledad de San Buenaventura, Cristo de la Expiración, Nuestra Señora de la O, Nuestro Padre Jesús de las Tres Caídas de San Isidoro, Montserrat, Sagrada Mortaja, Expiración del Museo y Nuestra Señora de la Soledad de San Lorenzo.

A pie de página aclaraba lo que eran los llamados pasos, unas andas de madera, cubiertas de terciopelo, seda plata o dorados, sobre los que iban las esculturas representando los distintos acaecimientos de la Pasión y muerte de Jesucristo; y que los llamados nazarenos eran los cofrades que acompañaban a los pasos.

Con respecto al Lunes y Martes Santos, días en los que no se celebraban ceremonias religiosas de importancia, ni salían cofradías, recomendaba textualmente “visitar los templos donde dichas cofradías guardan sus pasos, los cuales están en ellos a la vista del público, y así si por causa de la lluvia, no pudiesen salir las procesiones en los días señalados no dejan de verse”. Aconsejaba una serie de itinerarios con las que visitar las iglesias con la menor pérdida posible de tiempo, indicando:

“Día 1º San Buenaventura, Magdalena, Montserrat, Museo, San Vicente, San Lorenzo, San Miguel, Capilla de calle Orfila, El Ángel, Carretería, San Isidoro y Salvador.

Día 2º San Pedro, San Ildefonso, Terceros, San Román, Santa Marina, San Gil, San Bernardo, Capilla de Nuestra Señora de los Ángeles, San Juan de la Palma, Omnium Sanctorum y Montesión.

Día 3º San Jacinto, el Patrocinio y La O”.

Al mismo tiempo avisaba que las del primer día se podían visitar a pie, al no haber grandes distancias entre unas y otras. Para las del segundo era indispensable ir en coche, y para las del tercero se podía tomar el tranvía de Triana, en cuyo barrio estaban todas.

Marcaba también las horas del canto del Miserere en la Catedral; el Miércoles de 9 a 10 de la noche y el Jueves de 10 a 11 de la noche. Igualmente anticipaba que para presenciar el paso de las cofradías se establecían delante del Ayuntamiento por el lado de la plaza de la Constitución, dos filas de palcos y muchas sillas de hierro; informando que los palcos costaban 150 pesetas por toda la semana, pero que era inútil solicitarlos porque todos estaban abonados por familias de Sevilla; y que las sillas costaban 10,75 ptas., también por toda la semana.

En las calles Sierpes, Cánovas del Castillo, Gran Capitán, Francos, Salvador y Cuna, señalaba que también se establecían sillas, pero que éstas eran de particulares y no tenían precio fijo, aconsejando que se ajustaran precios y se pagaran por días. También recomendaba que el mejor sitio para ver las cofradías era la plaza de la Constitución

Curiosamente, el señor Llorens en esta obra, a la hora de describir las fiestas primaverales de Sevilla, tan sólo le dedica atención a su Semana Santa, olvidando la Feria de Abril y un conjunto de actividades que año tras año venía organizando el Ayuntamiento, con el objeto de complementar las dos grandes fiestas y atraer con ello más visitantes.

A los libros de viajeros, guías de viajes y específicamente las guías dedicadas a Sevilla, tratados en este trabajo como un producto propio de promoción del turismo a la ciudad en los años de hasta finales del XIX; habría que sumarle de manera preferencial, no obviando los esfuerzos que siempre había venido haciendo el Ayuntamiento en promocionar sus fiestas primaverales, la magnífica cartelería que en su momento sirvió para hacer un llamamiento al mundo entero y con la que hoy se puede aprender de cómo se hacía esa campaña publicitaria.

Seleccionando algunos de los carteles impresos de entre los últimos quince años del XIX, podemos observar cómo curiosamente en el de 1888 tan solo se anunciaba la Feria de Abril, no figurando nada de Semana Santa, al igual que sucedió con la anterior guía mencionada, pero a la inversa. En este cartel, además de la Feria de Abril se anunciaban actividades distintas y complementarias como funciones de Fuegos Artificiales, Elevación de Fantoches, Concurso de Bandas de Música, 5 Corridas de toros, Retreta Militar, Carreras de Caballos y hasta una Exposición permanente de Bellas Artes en el Museo.

En los demás carteles que ilustran este artículo, podemos ver como se anuncian las fiestas primaverales, con nazarenos, mujeres vestidas de flamenca, escenas de la feria de ganado, plaza de toros, la Giralda y torre del Oro, salida de cofradías, carruajes, casetas de feria, Imágenes devocionales y un sinfín de elementos identificativos con la ciudad magníficamente pintados. Esta forma de promoción a través de la imagen, nos ha llegado hasta nuestros días, resultando eficaz y válido desde la primera vez que de forma gráfica se difundieron nuestras fiestas de primavera.

 

Fotos: Mariano López Montes

 


[1] ACERENZA, Miguel Ángel. “Conceptualización, origen y evolución del turismo”, “En 1841 Cook concibió, y llevó a cabo, la idea de arrendar un tren para transportar 570 personas, en un viaje de 22 millas entre las ciudades de Leicester y Loughborough, para asistir a un congreso antialcohólico. El señor Cook efectuó todos los arreglos del viaje sin pretender algún beneficio personal, después pronto comprendió el inmenso potencial de negocios existente en la organización de viajes, es así como en 1845 inicia su actividad de tiempo completo como organizador de excursiones”. México D. F., 2006, p. 75.

[2] MÉNDEZ RODRÍGUEZ, Luis. “El modelo turístico andaluz. Una propuesta cultural”, en II Jornadas de investigación en turismo. Sevilla 2009, p. 476.

[3] PÉREZ BERENGUEL, José Francisco. “La figura de Henry Swinburne y las características de su Viaje por España", en Cuadernos Dieciochistas. Salamanca 2008, pp. 211-228. 

[4] RUIZ BAUDRIHAYE, Jaime-Axel. “De libros y viajeros (Desde el siglo XIX hasta principios del XX)”, en Visite España- La memoria rescatada. Madrid 2014, pp. 48-65

[5] RÍOS REVIEJO, María Teresa. “De mapas y guías”, en Visite España- La Memoria rescatada. Madrid 2014, pp. 66-97.

[6] LLORENS ASENCIO, Vicente. “Sevilla en la mano: manual del viajero”. Sevilla 1899, pp. 216-225.










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