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"Ha sido el Señor quien ha llamado". Cardenal Carlos Amigo Vallejo, Cardenal Arzobispo de Sevilla.


En muchas ocasiones lo hemos oído: lo importante es situarse bien en la vida. Es decir, estar allí donde uno se sienta a gusto, realizado, en armonía consigo mismo y con los demás, con el trabajo, con los ideales y las aspiraciones. Una persona que ha llegado a esta situación, decimos que ha alcanzado la meta de su vocación.

La vocación está en el origen, en el deseo de querer lograr algo, de ser uno mismo. Decimos que la naturaleza de cada persona llama, que la tradición familiar influye, que el ejemplo arrastra... Todas esas son, en alguna manera, formas de vocación. En la llamada al sacerdocio y a la vida consagrada están también presentes, muchas veces, esas inclinaciones que consideramos meramente humanas, aunque no sea del todo cierto, porque la mano de Dios es la que está siempre detrás de los nobles deseos de los hombres. Pero la vocación religiosa tiene un origen y una motivación muy particulares. Es un deseo ciertamente que Dios pone en el corazón de una persona. Deseo que puede estar incluso en conflicto con otras aspiraciones individuales. Pero la fuerza del amor de Dios está por encima de todo.

Hay también una clara distinción en la motivación. A lo que se aspira no es a crecer y situarse uno mismo, sino a servir, y no conforme a un ejemplo humano, sino con el del mismo Jesucristo.

La vocación sacerdotal y para la vida consagrada, es un claro indicio de la vitalidad cristiana de nuestras comunidades, de nuestras parroquias. La promoción y aliento de las vocaciones no deben faltar en los programas pastorales, considerando la pastoral vocacional como una verdadera acción misionera, en el sentido de saber salir de nuestras muchas indiferencias y recelos sobre la eficacia final, y buscar a quienes han de ser servidores y ministros del evangelio.

Quien ha conocido de cerca a Cristo se siente entusiasmado por su palabra y por su vida. Hay, pues, que poner a los jóvenes cerca de Cristo. Que sientan su llamada y respondan con generosidad a lo que Cristo necesita para su Iglesia.

En esta Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, pediremos al Señor que abra los corazones de tantos jóvenes a la llamada de Cristo, que les conceda el regalo de la generosidad, para que, cuando pase a su lado, escuchen agradecidos las palabras: ¡Ven conmigo!: Y lo sigan con fidelidad.

Con mi bendición

Cardenal Carlos Amigo Vallejo,
Cardenal Arzobispo de Sevilla










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