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Toros. La novillada del domingo 18 de junio: ficha, crónica y fotografías. Notable para Emilio de Justo y la cuadrilla de Herrera. A. Pastor Torres


 Ficha

Plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla
Domingo 18 de junio de 2006. 19. 30 h.
7ª novillada con picadores (25º festejo del abono)
Algo menos de media entrada en tarde calurosa con algunas nubes

6 novillos-toros de “El Serrano”, de Guillena (Sevilla), muy bien presentados, astifinos, flojos y rajados en líneas generales. Destacaron el tercero y el quinto.

Emilio de Justo, de tabaco y oro
(Estocada un punto desprendida) Saludos desde el tercio
(Estocada) Petición y vuelta al ruedo

Santiago Ambel Posada, de azul pavo y oro
(Media baja y perpendicular y dos descabellos) Silencio
(Pinchazo perdiendo la muleta y estocada caída) Silencio

Jesús Herrera (nuevo en esta plaza), de grana y oro
(Estocada) Silencio
(Pinchazo, casi media y descabello) Silencio

Duración del festejo: 2 horas y 5 minutos
Saludaron en banderillas tras escuchar la música Álvaro Núñez y Rafael Limón
Presidió Gabriel Fernández Rey asesorado por Miguel Criado y Luis Arenas

        Nº                  Nombre          Fech. Nactº    Peso Kg             Pelo               Ganadería

1º    97             Absurdo           12-2002        470       Mulato bragado   El Serrano

2º    22               Beato            10-2002        498        Negro burraco     El Serrano

3º    19            Mochuelo          11-2002        460           Jabonero         El Serrano

4º    26             Huracán           11-2002        444               Negro         El Serrano

5º    69             Lechuzo           12-2002        495           Jabonero        El Serrano

6º    10           Agazapado         10-2002       498      Mulato salpicado    El Serrano

El fantasma del conde no apareció

 Don Andrés Parladé, conde de Aguiar, abogado, pintor costumbrista que trató y con notable acierto el tema taurino –en el museo de Sevilla hay un picador que nada tiene que envidiar al mejor Sorolla-, empedernido coleccionista de Arte, dueño primigenio de la actual casa de los Guardiola en la Puerta Jerez, arqueólogo en Itálica y senador del Reino por la provincia de Sevilla, además de otras muchas cosas, mandó levantar entre Guillena y El Ronquillo, en un enclave natural privilegiado, un castillo bajo cuya sombra los herederos de don Félix Hernández Barrera crían hoy las reses de la ganadería de “El Serrano”. Poco de la genialidad del conde-artista sacaron los novillos de ayer, si acaso algo de su rareza, pero no más. Quizá por aquello del encanto paisajístico del lugar de origen de los utreros los mejores fueron los dos jaboneros, bautizados con nombres de pájaros: mochuelo y lechuzo. Novillada muy bien presentada –quizá demasiado, más seria que algunas corridas que se han visto en esta plaza no ha mucho tiempo-, astifina, variada de pelos y hechuras. De fuerza no estuvieron sobrados y la mayoría se rajaron antes o después. Los mejores, con diferencia, tercero y quinto, aplaudidos con justicia en el arrastre. 

Emilio de Justo, viejo conocido de la afición sevillana ante la que debutó hace ya cuatro años, demostró con largueza que es novillero de gusto y de valor –sin estridencias-, cualidades ambas que no suelen recaer en una misma persona a la vez. Y hasta tiene tipo de torero, que para los tiempos que corren ya es mucho. También se le nota oficio, y le funciona bien la cabeza, pues suele comenzar los tercios por derecho, sin probaturas varias. El toreo de capa a su primeo fue a más hasta rematarlo con dos buenas medias. Con la muleta tuvo que cuidar a un flojo utrero que se derrumbó en el albero durante la segunda tanda. A pesar de ello logró algunos decorosos naturales sueltos y un pase desmayado que despertó a la acalorada afición. La estocada, fulminante. Más interés tuvo la lidia del cuarto, un buen pavo, astifino y reservón que hizo cosas raras durante los dos primeros tercios. Comenzó el trasteo doblándose por bajo  para proseguir con la derecha sometiendo a un novillo que no terminaba de pasar y que se revolvía pronto buscando el bulto; por naturales, tres cuartos de lo mismo. El cacereño no se afligió, trazó algún buen natural con mucha exposición y tras varios avisos del burel acabó al final del trasteo prendido y volteado de mala manera, afortunadamente sin consecuencias. Mató de un certero volapié muy bien ejecutado, y se pidió con fuerza la oreja que el presidente no concedió. La podía haber concedido y no hubiera pasado nada. Para rematar su tarde firmó un bello quite al sexto por chicuelitas. A pesar de que no le tocó en suerte ninguno de los dos novillos más manejables fue el triunfador de la tarde y eso ya dice mucho a su favor.

Ambel Posada pasó casi inédito con el capote en el distraído y flojo segundo que llegó muy parado y rajado a la muleta tras un desastroso tercio de banderillas donde a su conclusión el cuerpo del animal era un puro salteado de banderillas y eso que sólo tenía clavadas cuatro. (Inciso: como no hay mal que por bien no venga esto del salteado me recordó que tengo que comprarle uno de verduras a mi mujer). Poco pudo hacer Posada con la muleta y tras una colada por el pitón izquierdo decidió poner fin al trasteo. Del primer tercio al quinto sólo recuerdo una buena media con las manos bajas. Faena larga, 8 tandas 8, cuatro por pitón, a cual más movida, perfilera, y sin fijeza ni mando, acompañando incluso los viajes del novillo en los pases de pecho. Tras la quinta serie –eso es paciencia y lo demás cuento- comenzaron las protestas de algunos que vieron cómo se le escapaba un buen animal. Mató relativamente rápido pero mal.

La cuadrilla de Herrera que destacamos en el primer titular no es la de Carlos Herrera: Garmendia, Barbeito, Paco Robles y compañía, sino la del algecireño Jesús Herrera, compuesta por Salvador Jiménez, Álvaro Núñez y Rafael Limón, estos dos últimos hasta escucharon la música de Tejera tras parear al tercero. También fue meritoria en ese mismo novillo la actuación del picador Jorge Torres, que no hemos de confundir tampoco con el pseudónimo que utiliza un buen conocido mío. El novillero algecireño demostró que aún está muy verde, y más para medirse con una novillada seria y complicada, aunque tuvo la suerte -o desgracia, según se mire- de encontrase con el mejor astado del encierro, el tercero, y no  lo  aprovechó. Cuando finalizaba su faena con manoletinas alguien desde la grada sentenció en voz alta: “hay que torear”. Mal colocado casi toda la tarde fruto de su inexperiencia, tampoco fue un dechado de templanza, quietud ni siquiera de valentía y eso que lo apodera Ruiz Miguel. Se cansó pronto del sexto, que como sus hermanos buscó las tablas, y tras un trasteo por la cara abrevió.  

Fotos: Álvaro Pastor Torres










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