La Paz que no se puede negar. Alberto De Faria Serrano.

Quien conoce, aunque sea sólo un poco, el Evangelio de Cristo sabe que es un mensaje de paz por excelencia; Jesús mismo, como escribe san Pablo, «es nuestra paz» (Efesios 2, 14), muerto y resucitado para abatir el muro de la enemistad e inaugurar el Reino de Dios que es amor, alegría y paz. ¿Cómo se explican entonces sus palabras? ¿A qué se refiere el Señor cuando dice que ha venido para traer --según la redacción de san Lucas-- la «división», o según la de san Mateo, la «espada» (Mateo 10, 34).

Esta expresión de Cristo significa que la paz que Él vino a traer no es sinónimo de simple ausencia de conflictos. Por el contrario, la paz de Jesús es fruto de una constante lucha contra el mal. El enfrentamiento que Jesús está decidido a afrontar no es contra hombres o poderes humanos, sino contra el enemigo de Dios y del hombre.  Las tentaciones que nos separan del camino son proporcionales a las tentativas de separarnos del mensaje de Paz del Señor. En todas estas situaciones negamos al Señor. Y por tanto Negamos la Paz que él nos ofrece a manos llenas. Pedro no era consciente en ese momento, sumido por el pánico humano de ser apresado y condenado como Él. No había amanecido. Las tinieblas de la noche aun zozobraban el ánimo.

El episodio de la negación de San Pedro es conmovedor. Tanto como la reacción del Señor. Su infinita misericordia se manifiesta repletamente. Inmediatamente después canta el gallo y las claras del día dibujan la escena del definitivo abandono de sus discípulos. Si el gallo anuncia el nuevo dia, anuncia igualmente todas las negaciones de la noche. Descubre las tentaciones en la que nos sumimos si nos apartamos de la Paz del Señor. Revela el contrasentido de las debilidades y flaquezas humanas. Su quinario de esta semana en Omnium Sanctorum, allí donde moran todos los Santos que nos alumbran y nos protegen, es una ocasión inmejorable para retomar el camino de su Paz. Emprendámoslo.

Foto: Alberto García Acevedo