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Liturgia. El culto a las reliquias. Jesús Luengo Mena.


 Antes de desarrollar la cuestión es preciso aclarar las clases de culto que la Iglesia rinde. La Iglesia católica distingue claramente tres clases de cultos: el de LATRíA o de adoración, el de HIPERDULíA y el de DULíA o de veneración.

El culto de Latría (adoración) es exclusivo de Dios. Sólo Dios puede ser adorado y sólo Cristo, Dios hecho hombre, es el Salvador.  El mismo Cristo nos lo dijo: "Adorarás al Señor tu Dios y sólo a Él darás culto. El culto de Hiperdulía (la Dulía llevada al máximo extremo) es exclusivo de la Virgen María y nace como una necesidad de poner el culto a la Santísima Virgen en un lugar privilegiado, por encima del debido a los santos y al límite de la adoración, pero sin llegar a la Latría. El punto de inflexión del culto a la Virgen lo constituye el Concilio de Éfeso, al proclamar a María como Madre de Dios. El culto de Dulía (veneración) es el propio de los Santos, personas que por su probada heroicidad en el ejercicio de las virtudes cristianas la Iglesia nos los pone como ejemplo a seguir subiéndolos a los altares. Al patriarca bendito san José se le considera el primero de los santos, dedicándosele un culto de protodulía. Sin duda que en los orígenes del culto a los santos está la influencia profunda y ejemplar de los mártires.  De ellos celebramos su dies natalis, o sea, el día en que nacen para la eternidad, día de su martirio. Dentro de este apartado  se encaja el culto a las reliquias.

Así pues, un aspecto fundamental de la religiosidad popular es sin duda la veneración a las reliquias de los santos, que fueron un elemento motor muy importante de movimientos de peregrinación. Verdaderas o falsas, las reliquias fundamentan en todos los fieles una de las más firmes creencias de todas las épocas. Expresión del favor divino que los santos gozaron ya en vida, sus restos corporales y objetos de uso cotidiano tienen para cualquier fiel una "virtus" de carácter taumatúrgico incontestable. Mas de ahí también la importancia de su posesión, que desató en época medieval una verdadera fiebre por las reliquias en las que los factores políticos y económicos tuvieron gran importancia.  

El documento más reciente sobre este tema es el “Directorio  sobre la religiosidad popular y la liturgia”, publicado a fines de 2001. Allí se nos recuerda que, de acuerdo con el Concilio Vaticano II “la Iglesia rinde culto a los santos y venera sus imágenes y sus reliquias auténticas”.

Dentro de las reliquias existen categorías.  En primer lugar las reliquias más apreciadas son las que se relacionan con Cristo, destacando las de la Vera Cruz (Lignum Crucis), al igual que el sudario y  clavos de la pasión. 

De las reliquias de los santos destaca en primer lugar el cuerpo -o partes notables del mismo-  En segundo lugar se veneran objetos que pertenecieron a los santos: utensilios, vestidos, manuscritos y objetos que han ­estado en contacto con sus cuerpos o con sus sepulcros como estampas, telas de lino y  también imágenes veneradas.

Es costumbre poner reliquias de santos en la piedra o la madera del altar mayor. Hoy en día el ritual prevé que el altar es consagrado por el obispo. Y en el lugar donde sobre el altar descansan generalmente los signos eucarísticos del cuerpo y la sangre de Cristo, se abre una cavidad donde el obispo deposita las reliquias que luego son cubiertas con una piedra lisa de manera que forma un nivel plano con la mesa del altar. Esta piedra es fijada con argamasa.

 El Mlisal Romano confirma la validez del de colocar bajo el altar, que se va a dedicar,

reliquias de los santos, aunque no sean mártires. Ahora bien, una correcta pastoral 

sobre el tema exige cumplir varias condiciones:

* asegurar su autenticidad. En caso de duda razonable sobre su autenticidad deben,

prudentemente, retirarse de la veneración de los fieles.

* impedir el excesivo fraccionamiento de las reliquias, de  forma que se falte el

respeto debido al cuerpo –las normas litúrgicas advierten que las reliquias deben ser de

un tamaño tal que se puedan reconocer como partes del cuerpo humano–

* advertir a los fieles para que no caigan en la manía de coleccionar reliquias

* vigilar para que se evite todo fraude, comercio y degeneración supersticiosa.

Las diversas formas de devoción popular a las reliquias de los santos, como el beso de las reliquias, adorno con luces y flores, bendición impartida con las mismas, sacarlas en pro­cesión, sin excluir la costumbre de llevarlas a los enfermos para confortarles y dar más valor a sus súplicas para obtener la curación, se deben realizar con gran dignidad y por un au­téntico impulso de fe. En cualquier caso, se evitará exponer las reliquias de los santos sobre la mesa del altar: ésta se reserva al Cuerpo y Sangre del “Rey de los mártires”.

Terminamos recordando lo que el CDC  dispone sobre la cuestión. En su Canon 1186 dice: "La Iglesia promueve el culto verdadero y auténtico de los santos, con cuyo ejemplo se edifican los fieles, y con cuya intercesión son protegidos. "Y en el Canon 1237, en su § 2, se manda: "Debe observarse la antigua tradición de colocar bajo el altar fijo reliquias de Mártires o de otros Santos, según las normas litúrgicas". El Canon 1190 prohíbe taxativamente enajenar o trasladar de manera permanente reliquia o imágenes de gran devoción popular.

 En definitiva, los cristianos precisamos de signos concretos para expresar nuestra fe, y mediante esta veneración de las reliquias, bien de Cristo, bien de los santos nos afirmamos también en nuestra creencia en la resurrección de la carne.

Foto: Francisco Santiago.










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