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Patrimonio. La desidia y el vandalismo se ceban con San Román al año del reestreno. J. G. P. El Correo de Andalucía.


La fotografiá se repite a diario. Desafiando la señalización de prohibido aparcar y de "retirada grúa" que figura en la plaza, ayer hasta nueve turismos, más una furgoneta en doble fila, taponaban de un extremo a otro la fachada de la parroquia de San Román. Un año después de que esta iglesia, datada en el siglo XIV, volviera a abrir sus puertas al culto —se cumple el próximo domingo— tras más de una década de forzada clausura por obras de restauración, este trozo del norte del casco histórico sigue azotado por males endémicos que impiden la revitalización definitiva del barrio. 

El aparcamiento indiscriminado de coches en la fachada del templo —que actúan de barrera para el acceso de los feligreses—, el caótico tráfico y cruce de vehículos por el interior de la plaza en uno y otro sentido, unido a la estrechez y escaso cuidado de las aceras hacen de este céntrico espacio un lugar poco propicio para la convivencia ciudadana e incluso para el tránsito peatonal.

La invasión de coches en una plaza tan reducida —a veces impera la doble y hasta la triple fila— no sólo dificulta la libertad de movimientos de los viandantes, sino que también "estropea" la fachada de la iglesia debido a los altos niveles de polución que desprenden los vehículos.

Las quejas del párroco, Antonio Hiraldo Velasco, acerca de los coches mal aparcados se hacen aún más patentes los días en los que el templo acoge celebraciones como bodas, bautizos o entierros. "Imagínate las dificultades que tienen los contrayentes para acceder al templo con tantos coches en la puerta", subraya el párroco.

A todas estas incomodidades se suma el azote del vandalismo, que se ha cebado con este edificio hasta convertirlo en blanco de pintadas y grafitis. El párroco se queja de la nula sensibilidad por los bienes artísticos cuando contempla impotente cómo cada día aparecen nuevas pintadas en el zócalo de mármol que circunda la iglesia. "Aparecen por todos lados. Es imposible quitar tantas pinturas, ya que haría falta pulir el mármol con algún instrumento especial", apunta.

Los comerciantes de la plaza de San Román también reclaman una reurbanización urgente de este espacio, acosados por el tráfico y el estacionamiento incontrolado de vehículos. Victoria Falcón Rodríguez, la propietaria de la casa de capirotes Artesanía Rodríguez, situada en la esquina con la calle Matahacas, no gana para sustos. En más de una ocasión, ha visto cómo alguno de los coches aparcados en doble fila en la plaza en punto muerto se ha empotrado contra la entrada de su establecimiento al ser empujado por otro conductor. "La puerta del local se quedó tirada en medio de la plaza. Fue horrible", recuerda de aquel percance. "El seguro me va a echar, los estoy llamando casi todos los días", dice agobiada, mientras señala el desconchón provocado por algún camión en su fachada al maniobrar a escasos milímetros de la placa que prohíbe la circulación en dirección a la calle Matahacas.

El propietario del bar El Uno de San Román, Francisco de Paula Carrasco, pone el acento sobre la suciedad que padece el barrio a consecuencia de las obras, una acumulación de polvo que le ha "echado a perder" dos aparatos de aire acondicionado.

Opiniones . Una zona que aún funciona a medio gas

El párroco. Antonio Hiraldo considera que la apertura de San Román sólo ha contribuido a recuperar "una parte" del pulso vital que antaño tenía esta zona. "Hay muchas casas cerradas, vecinos que han fallecido y no ha venido gente nueva". Admite que la zona funciona "a medio gas".

La comerciante. A juicio de la dueña de Artesanía Rodríguez, la ausencia de la Hermandad de Los Gitanos le ha restado mucha vida al templo.

Más de un millón de euros invertidos en la restauración

La restauración de la iglesia de San Román, cuyos muros cobijan más de 650 años de historia, fue financiada en su integridad por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía. Más de un millón de euros invirtió la Administración autonómica en su recuperación. Los bienes muebles, la imaginería y el ajuar litúrgico corrió por cuenta de la parroquia, gracias a la generosidad de los feligreses. El templo reabrió sus puertas el 18 de septiembre de 2004 tras un largo periodo de tinieblas motivado por los graves deterioros que azotaron su estructura y que provocaron su clausura durante 14 años.










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